lunes, 6 de octubre de 2014

Sobre el Delta Argentino: Parte 1

NOTA URGENTE



(AW) Tenemos que hablar no de las bucólicas imágenes del delta con Sandro cantando sobre una lancha sino de depredación, contaminación y extinción de este mundo que dista apenas 50 km del centro porteño. A las desgracias económicas del país hay que sumarles los ocasionados por el avance urbanizador sin control y la falta de atención de los gobiernos tanto nacional como provincial. La unión de asambleístas e isleños para frenar la devastación. 
delta

Por Mariano Engel para multiplicandoideas.com.ar
Domingo Faustino Samiento soñó el delta, lo pensó, lo configuró, implantó especies de plantas como el mimbre para que la gente las cultive y eso sea una explotación comercial, creó la identidad del isleño, con su cultura y su ambiente. Hace ya más de un siglo de aquellos inicios bajo las consignas liberales del prócer que tiene un río con su nombre y fue uno de los primeros publicistas de la zona. 
El delta Bonaerense se divide en tres secciones, la primera de ellas dista a solo cincuenta kilómetros del centro porteño y  concluye en el río Paraná de las Palmas. Es ( junto a las otras) el único reservorio de agua oxigenada y de calidad cercano a la gran urbe. También funciona como pulmón de Buenos Aires regulando vientos y generando el equilibrio hídrico en la cuenca platense . Actualmente en la primera sección del delta se estima que viven unos 9 mil habitantes permanentes, cifra que se duplica los fines de semana con el acceso del turismo, hoy la principal explotación económica que tiene la zona, habiendo desplazado la producción de maderas blandas y frutas hacia la segunda y tercera sección. La riqueza natural del delta, tal como lo vislumbró Sarmiento, es un verdadero tesoro que tenemos los argentinos.
Pero esa joya fue rematada, como tantas otras, en los noventa del neoliberalismo salvaje que nombró basural a un humedal característico y convirtió toda la zona en un gigantesco negocio inmobiliario de pretendida alta categoría, refugio para nuevos ricos, empresarios y narcos. Al lugar se lo bautizó como Nordelta y es uno de los tantos símbolos de lo que dejó esa década. En efecto, si el vaciamiento de las industrias y la quiebra de los productores frutihortícolas del delta comenzó en los setenta con la importación de esos mismos productos desde otras regiones, la década del noventa representa el cambio de la forma de ver las islas. Bajo la máxima de que todo es susceptible de ser vendido el delta empezó a perder su carácter productivo inclinándose mas al turismo o los negocios inmobiliarios a gran escala, lo que supone un cambio radical en el uso de la tierra.
El avance urbanizador, con su pretensión de hacer caminos para que lleguen las 4 x4 hasta donde solo llegan las lanchas, activó una parte de la economía isleña  que se amoldó a los nuevos tiempos pero en general se trata de inversores con anchas espaldas para desarrollar un emprendimiento mínimo ya que por la característica de la zona cualquier construcción demanda un alto costo ( fletes fluviales, movimiento de tierras, mano de obra y servicios muchas veces inexistentes como agua corriente, electricidad, etc.). Esta avanzada sobre las islas generó no pocos cambios geográficos muchos irreversibles, el ejemplo más cabal lo encontramos en el emprendimiento llamado estrepitosamente “Colony Park”. Fue tal vez la gota que rebalsó el vaso de la paciencia  y los isleños pusieron el grito en el cielo y en los juzgados.
El conflicto se generó en 2008 cuando todo era un proyecto. Esta movida apañada por las autoridades continentales no contemplaba al delta como un ecosistema con sus complejidades sino como un terreno baldío sin dueño y en consecuencia se actuó, desviando o rectificando ríos y destruyendo un hábitat para levantar un barrio de súper lujo. Actualmente la obra esta parada porque la acción de los isleños llegó a la justicia, pero aún así no hay certeza de que se ordene no avanzar con la obra. El caso Colony Park no es el único pero tal vez sea uno de los más significativos, lo que muestra hasta donde llega la desaprensión por las islas.
Mas al norte, en Escobar, el puerto regasificador resalta como otro punto de conflicto. Hasta allí llegan los buques tanques de ultramar remontando el Paraná para descargar el gas  altamente combustible que el país importa. El puerto se construyó en tiempo record con aval de los políticos y a espaldas del pueblo que recurrió a la justicia que sigue viendo qué hacer. El puerto regasificador de Escobar es un peligro latente ya que debería haberse emplazado en un puerto marítimo tal como lo indican las normas internacionales.
En cambio  Escobar ( que está a 500 km del mar)  debe dragar el río Paraná para lograr la profundidad de seguridad para el calado de esos buques lo que genera un constante peligro para toda la población lindera que está a apenas 10 kilómetros y para la concurrencia del turismo que desborda los fines de semana la orilla continental del Paraná.  La presencia del puerto también afecta a los isleños que vieron como sus tierras pierden valor y viven con la amenaza constante de un desastre ecológico.
Hay señales claras de la crisis que vive la región, a simple vista se notan cambios en la fauna y la flora ya que los constantes desmontes ahuyentan especies de aves que migran hacia otras partes o de peces que ya no se encuentran con la cantidad y frecuencia de otros tiempos. Los ríos se ven más sucios debido al aumento en el vertido de basura de las urbanizaciones que no siempre cuentan tratamiento cloacal entre otras cuestiones.
Como una especie de paliativo las autoridades decidieron establecer un código regulador llamado “Plan de manejo del delta” donde se busca controlar y normalizar la vida del delta, al menos en la primera sección. El problema que se hace visible visitando los foros de los isleños y las asambleas ambientales es que tal plan esta mas pensado para regular la vida del isleño común más que a los grandes desarrolladores. La queja más común es que el código no representa la vida del isleño. El punto más polémico tal vez sea el que establece un tipo de construcción de vivienda que se aleja de la tipología isleña que es una combinación entre el hábitat y los ciclos fluviales. Por ello el isleño construye sobre pilotes.
Lo cierto es que hoy se desarrollan debates en busca de establecer un código real y no uno generado desde un despacho municipal, los asambleístas y los isleños más representativos se están juntando como nunca para frenar este avance devastador. Llama la atención la falta de participación de los partidos políticos y digo participación y no acaparamiento de asambleas o utilización para la campaña, casi nadie tiene en agenda la cuestión ecológica que sigue siendo una deuda importante. Pero mientras se mantenga este limbo los verdaderos buitres internos seguirán arruinando este mundo fantástico que es el delta, mientras ningún gobierno tenga una política en serio sobre el delta deberemos buscar muy atrás en el tiempo para encontrar a un verdadero estadista con visión de futuro, deberemos llegar una vez  más hasta Sarmiento.

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