Antes de aterrizar el helicóptero dio dos vueltas sobre la pequeña localidad, a 25 kilómetros al sur de Roma, en medio de colinas y lagos.
Numerosas personas congregadas en la pequeña plaza central de Castel Gandolfo aplaudieron cuando el helicóptero con el nuevo Papa sobrevoló la localidad. Pese a la curiosidad que suscita la reunión, los dos pontífices, con sus sotanas blancas (ya que Joseph Ratzinger puede seguir vistiendo el traje papal), conversaron privadamente, protegidos de ojos indiscretos.
El Vaticano no fijó el horario de regreso del Papa argentino, señal de que se dieron todo el tiempo que consideren necesario para conversar. Entre los asuntos que los dos pontífices examinarán figuran el deseo de una “nueva evangelización”, que revitalice a una Iglesia sacudida por los escándalos internos que han minado su credibilidad.
A su llegada, Francisco fue recibido por el papa emérito Benedicto XVI; por el obispo de Albano (diócesis a la que pertenece Castel Gandolfo), Marcello Semeraro, y por el director de las Villas Pontificias (nombre del complejo pontificio), Savero Petrillo.
Desde el helipuerto, construido al final de los jardines de Castel Gandolfo, se trasladaron al palacio pontificio, donde mantendrán un encuentro privado en la biblioteca y después almorzarán.
Esta es la primera vez que se ven desde que el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, de 76 años, fue elegido papa el 13 de marzo, aunque ya han hablado por teléfono en varias ocasiones en estos días.
Según informó el vocero vaticano, Federico Lombardi: hubo un “abrazo lindísimo” y “un momento de altísima y profundísima comunión”. Benedicto XVI, vestido de blanco, rezó junto a Francisco en un mismo banco de la capilla de la residencia. “Somos hermanos”, le dijo el Papa argentino.
“Somos hermanos” con estas dos palabras el Papa Francisco rechazó el puesto de honor que Benedicto XVI le había cedido y los dos juntos iniciaron su rezos de rodillas en el mismo banco.
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