opinión
Por Rodrigo Bonini
Especialista en Política Criminal
Jefe de Gabinete de la AGC
@rodrigoboniniok
Si bien la actividad comercial es dinámica per se, desde la óptica del control comunal basado en un modelo de cercanía, dinámico y de adaptación continua, se infiere, en los últimos años, una tendencia creciente a la transformación y complejización de la misma, en donde ciertos rubros comerciales fueron mutando su uso hasta transformarse en observadores silenciosos, incluso socios, de diferentes actividades criminales en donde la droga parece ser un actor relevante.
Las zonas de relevancia y criticidad ligadas a establecimientos llamados en la jerga “narco-hoteles, utilizados como pantalla para el desarrollo de delitos que se vinculan a la venta de drogas, se da en los “anillos” de los principales lugares de trasbordo de pasajeros suburbanos y de larga distancia. Esto se explica en función de que la distribución de un producto siempre se localiza en base a la accesibilidad de la logística de la misma.
En este marco conceptual comienza a tomar relevancia el sistema de “mercado de drogas al menudeo” focalizado en el micro tráfico y comercialización de estupefacientes, en donde una habitación de hotel se convierte en una especie de laboratorio donde se procesa, estira y fracciona la droga, generalmente cocaína, hasta convertirla en pequeñas dosis (“lágrimas”) lista para su venta. No faltan en estas habitaciones–laboratorios, balanza, colador, licuadora y diferentes elementos de “corte”. En esta nueva micro empresa delictual, estos hoteles operan fundamentalmente como logística (elaboración y depósito) en la cadena del narcotráfico, utilizando para este narcomenudeo a dealers zonales.
Una de las hipótesis del crecimiento de este modelo de producción y venta a menor escala puede explicarse a partir del análisis de las cifras oficiales relacionadas a los niveles y frecuencia de consumo de estupefacientes, el cual muestra un sostenido y notorio aumento en todas las drogas duras en donde la cocaína creció un 300% y la pasta base un 120%. Asociado a esto, surge un indicador inquietante referido a la “intensidad del uso” de las drogas, que presenta un nivel de consumo frecuente (diario o semanal) muy alto, y que no exhibe diferencias significativas con los consumidores experimentales (una sola vez), lo que indica que existe un fácil acceso a las drogas permitiendo que, sin problemas, se crucen las barreras del consumo frecuente para que nuevos usuarios puedan conseguirlas. En síntesis, más adictos y mayor adicción, lo que requiere de una logística de fácil implementación, dinámica en su producción y de proximidad para una eficaz distribución.
Por Rodrigo Bonini
Especialista en Política Criminal
Jefe de Gabinete de la AGC
@rodrigoboniniok
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