lunes, 24 de octubre de 2011

¿Existe la afamada República del Plata?




UN INMENSO SUEÑO FUTURO
 
 
— Fuera de bromas —dijo Sancho—, contéstemén a mi pregunta. ¿Existe la Insula Agatháurica? ¿Existe la afamada República del Plata? ¿No es un sueño de nuestras mentes idealistas? ¿Es una verdadera nación este montón abigarrado de gentes que no se entienden? ¿Es una verdadera capital esteagloberrado horripilante de barracas con pretensión de rascacielos? ¿No hay cuatro ínsulas o catorce o tres o dos almenos en este inmenso territorio desarticulado? ¿Cómo puede ser una nación real este conbloberrado heterogénero de vasos no comunicantes? ¿Y quién es el que gobierna aquí de veras y al fondo? ¿Y cuál es nuestro ideal, qué es lo que tenemos que hacer en el mundo? ¿Y cuál es nuestro canto y cuál nuestra bandera y cuál nuestra lengua verdadera, sacando la lengua de comerciar y sacando el tango? ¿Y cuál es nuestra religión, somos moros o cristianos, si éstos son todos los católicos que hay y el jefe dellos es Picardía?
   
— Señor, Agathaura existe —gritaron todos los fieles—, y nosotros queremos que exista.
   
— Agathaura formal existe solamente en mi mente y en las entretelas de mi alma, y en las almas de ustedes primero: en ese querer entrañable que Agathaura exista. Afuera de nosotros —dijo Sancho tristemente— sólo existe el material de Agathaura, la estofa de Agathaura, las ruinas de Agathaura, las ruinas de un sueño pasado y el material escombroso de un inmenso sueño futuro. Este país está por hacer, hay que construirlo todo desde abajo. Señores, no me lo nieguen, desde el primer día de mi desastroso gobierno me di cuenta…
   
— ¿Y qué importa? —gritaron todos—. ¿No es ésa la mejor manera de existir una ínsula? ¿Como ruinas de un sueño pasado y material rebelde crudo de un ensueño presente?
   
— Entonces ¿están conformes con eso sólo?
   
— ¿Conformes? Alegres estamos y jubilosos y damos gracias al cielo por ello. Eso nos basta, ni merecíamos tanto.
   
— Entonces —dijo Sancho—, no me toca a mí hacerme el melindroso. ¡A las armas y al foso! ¡A todo el que muera, yo no le prometo una estatua sino la gloria eterna! —gritó desenvainando la enorme espada que le arrastraba, habiendo sido del Señor Don Quijote, y haciendo resonar las nazarenas—. ¡Afuera las espadas, y vamos a regar con nuestra sangre —precedida de la muchos enemigos— la semilla mental invisible de la Agathaura futura!
  
R.P. Leonardo Castellani, S.J.
(Tomado del capítulo 25 de su libro “El nuevo gobierno de Sancho”: Del fatigado fin y terminamiento que tuvo el glorioso segundo gobierno de Sancho.)
  

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