Mariela y Darío padecieron todo tipo de fenómenos paranormales, como el encendido de luces de manera espontánea, la variación en el volumen del televisor y la radio, pasos y risas espeluznantes durante la noche, etc.
Ante tales manifestaciones, la pareja comenzó una investigación en el barrio para saber quiénes habían vivido en esa casa y luego de varias conversaciones con los vecinos supieron que un bebé había muerto de manera súbita 20 años atrás.
Luego decidieron consultar a un sacerdote, experto en estos temas, como es el caso del padre Manuel Acuña, a quien le explicaron que los fenómenos comenzaron cuando nació su hija.
Consecuentemente, el cura determinó que el espíritu de la casa, era efectivamente un bebé que se encontraba celoso. “Teníamos alguna sospecha concreta de que el detonante del problema había sido la llegada de la beba al hogar, pero recién cuando obtuvimos el dato de la criatura fallecida nos dimos cuenta que se trataba de un típico caso de alma que no puede soportar la frustración de no haber podido experimentar el milagro de la vida”, explicó Acuña.
Y agregó: “Como no pudo llevar adelante el objetivo de su encarnación, se manifestaba con bronca en el hogar”.
“Lo primero que hicimos fue proteger la cuna de la beba recién llegada, para que el espíritu no se manifieste en su contra, y encargar su cuidado a un ángel de la guarda”, relató el padre.
“Luego, empezamos a trabajar en despedir el espíritu atrapado en esa casa, donde sufría de celos por no poder disfrutar de caricias, en definitiva, de tanto amor”.
Y luego se conoció otro dato clave: “Se acercó una persona y nos contó que la criatura no había llegado a ser bautizada antes de su fallecimiento repentino. Esa información fue importantísima y pudimos cerrar el círculo, ya que entendimos que su alma estaba atrapada en este mundo, así que lo que hicimos fue liberarla”, concluyó el religioso.
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