15 de febrero de 2011: | |
El Maestro de América descubre en Chile su vocación literaria. El esplendor de su estilo está a la altura del vigor de su pensamiento. Tuvo Sarmiento clara conciencia del ideal argentino. Venció la barbarie con la civilización. Por Nélida Rebollo de Montes | |
Sarmiento y su ardor en la lucha por el alfabetismo y el progreso vigorizan sus argumentos reveladores de un talento que no tuvo límites. Por eso su vida tiene el valor de un símbolo. Estados Unidos y Europa reconocieron sus valores y lo alentaron en su juventud y en su fuerza creadora, sobreponiéndolo al desencanto, para que nadie se atreviera a contradecir su juicio crítico en el análisis de virtudes y defectos. “Viajes” es una colección de once cartas extensas incluidas en un libro considerado el más serenamente trabajado por Sarmiento y, literalmente el que mejor muestra sus singulares aptitudes de escritor y su visión periodística. Estos atributos también están presentes en sus libros “Educación Popular” (1849, la misma fecha de “Viajes por Europa, África y América”) seguidos en 1850 por “Argirópolis” y “Recuerdos de Provincia”. En estos libros se revela también el tiempo de madurez y de profundidad de su pensamiento, mientras avanza el desenlace del infortunio político de la Patria. Este sentimiento da paso a su meditación sin pausa y la razón que lo lleva a expresarse. Ninguno de sus libros posteriores tiene tanta importancia. Luego enriqueció cada vez más su formación intelectual y el empuje de una afanosa búsqueda, antes del regreso a la Argentina para incorporar su lucha y talento a la acción constructiva, tras la caída de Rosas, la reconstrucción de su Patria. Mantuvo una confrontación lúcida y oportuna con el periodo anterior de ansiosas lecturas, que precede a su segundo destierro, con la agitada elaboración del “Facundo” y de sus publicaciones en la prensa chilena, artículos impregnados de romanticismo social, y con sus experiencias pedagógicas y lingüísticas que lo llevaron a la fundación y dirección de la Escuela Normal, la primera de América del Sur, y a la Facultad de Filosofía y Humanidades, en Santiago de Chile. Con el “Facundo” en la mano y pequeños recursos económicos, como viáticos, partió Sarmiento a varios países a los treinta y cuatro años, ávido de experiencias inéditas y seguro de sí mismo. Su amigo Manuel Montt, visionario Ministro de Educación chileno, facilitó la empresa, como antes fue la de la Escuela Normal, comisionándolo para estudiar en Europa y los Estados Unidos, la organización de la educación primaria, la inmigración y la colonización. Sin conocer la Pampa, ni la vida gauchesca ha pintado en “Facundo”, con un realismo genial el magnífico paisaje de la vida bárbara de sus habitantes. Grandes escritores han opinado que nadie después de Sarmiento podrá descubrir la pampa, con colores más intensos y con luces más vivas, considerada su descripción como un inmenso lienzo pintado por Courbet. Aún resuenan estas palabras: “Para penetrar en los círculos intelectuales de París es necesario ser autor o rey”. Ofreció “Facundo” a una revista prestigiosa en Paris llamada “Revue des Deux mondes”. El secretario de redacción Buloz mirándolo con un ojo, lo recibe amablemente. Todos los jueves, Sarmiento vuelve con la esperanza de una respuesta favorable pero cada vez el secretario lo despide, cerrándole la puerta. Un jueves, las puertas de la redacción se abren y lo recibe el mismo M. Buloz mirándolo ya con los dos ojos, como dijo el mismo Sarmiento; uno que mira dulce y respetuosamente; y el otro, que no mira pero que pestañea cordialmente. Le habla con efusión. Lo invita amablemente a la redacción y le informa que el artículo de Sarmiento será publicado y le piden que sea redactor de la sección americana. M. de Mazade, uno de los redactores de la Revista dijo mas tarde respecto de Sarmiento que: “Era una de las obras excepcionales de la Nueva América”. Sarmiento había conquistado a una célebre revista. Allí conoce a Michelet, Lamartine, Blanc, Julio Janin y tantos otros. En Barcelona, Sarmiento encuentra a Merimee leyendo su “Facundo” y a Lessep le hace saber que tiene curiosidad por conocerlo. Su ascenso literario-periodístico no le hace olvidar a su país. La primera visita en París la realizó para ver al General Don José de San Martín. Su entrevista con el Libertador quedó grabada para siempre en su memoria. Permaneció tres meses en Francia y en ese breve tiempo descubrió la extensión de la cultura francesa: “El idioma de Voltaire es el sustituto moderno del latín”, opinó entonces. Admira a la democracia francesa, pero sin ilusiones la observa vacilante pero el ejemplo americano lo apasionaba. La Academia Argentina de Letras permitió rastrear antecedentes de la formación cultural de Sarmiento y la revelación de su expresión periodística. Los académicos con gran honestidad intelectual reconocen que Sarmiento les facilitó el itinerario en esa búsqueda reflejada en la lectura paciente de “Recuerdos de Provincia”. Para explicar el ascenso del ilustre sanjuanino en el ámbito cultural se utiliza el siguiente ejemplo: “El hombre común para florecer necesita el socorro de mil circunstancias favorables. Si no se presentan, se malogra. En cambio, el genio, si no se presentan, las crea, las provoca, las conjura”. Tal hizo, Sarmiento quien “debió levantar uno a uno todos los andamios de su gloria” y los levantó en un ámbito desfavorable considerado el páramo espiritual que era su provincia, degradada por la prepotencia del caudillismo bárbaro. A pesar de su originalidad para interpretar, Sarmiento es un producto genuino de nuestro suelo. Es uno de los constructores de la Argentina contemporánea, de su organización política, económica y cultural. La Argentina ha tenido otros hombres de Estado de vida pública tan larga y fecunda: Bartolomé Mitre, José Manuel Estrada, Manuel Belgrano, pero ninguno ha tenido sobre nuestro país una influencia tan permanente, tan durable y tan profunda. Para Sarmiento y para todo sanjuanino que ame a San Juan ésta es la provincia floreciente. Sin embargo, nuestro ilustre comprovinciano reconoce que: “Los archivos públicos, imprentas, hospitales, escuelas de la patria, alamedas, todo había sucumbido en veinte años –época del caudillismo bárbaro- que fue destruyendo, robando y aniquilando”. Sobre ese cementerio, sobre esos pobres residuos de civilización en medio del desierto natural, se fue realizando el prodigio, la maduración del que surgiría el Gran Hombre. Ese prodigio se dio en una conjunción de atributos que pocas veces se dan juntos en una misma persona. Sarmiento gozaba de una gran inteligencia que le permitía aprender, sin esfuerzo, múltiples conocimientos que marcaron su aptitud prevalente. Poseyó una voluntad formidable que lo sostenía en momentos de prueba, surgiendo así el hombre de acción. Tuvo una salud a toda prueba, reconociéndose que no es posible ser militante ni estadista eficaz con un cuerpo enfermizo. Carmelo Bonet atribuye su fortaleza y salud al clima andino. Por eso pudo soportar días de miseria y amargas vicisitudes y derrochar energías. Solo las marcas físicas delataban sus sufrimientos asumidos con valor y coraje. Sarmiento utilizó su salud prodigándose. Dormía poco o nada a veces. El día le resultaba corto para su lucha en busca de un destino mejor para la Patria. Tuvo la precocidad del genio. Aprendió a leer correctamente a los cuatro años y casi al mismo tiempo nociones de latín, como monaguillo de su tío Quiroga Sarmiento, Obispo de Cuyo. En 1816, se instala en San Juan la escuela de Genaro Rodríguez. Allí acudió durante nueve años sin faltar jamás. El refuerzo de conocimientos recogido en sus lecturas extra escolares sobrepasa el nivel de sus condiscípulos. Los estudios gramaticales le insumen muchas horas. El ideal de Sarmiento -que es la grandeza de su Patria- está inspirado e insuflada de vida, no de utopía y lo constituye el saber afrontar los problemas políticos y morales más urgentes para organizar la Nación. Tuvo la clara conciencia del ideal argentino: la organización y la libertad, problemas vitales de la época. Había que vencer la barbarie, imponiendo la civilización. Vivió en el núcleo de esos problemas. En una lucha sin tregua, pensando y haciendo a la vez, sin tiempo para una meditación serena. Lo caracterizaba una desbordante riqueza interior, siempre desplegada en su exuberante vida de franqueza en los hechos públicos como en las páginas confidenciales. Era un luchador de indomable bravura a quien los afectos emocionaban hasta las lágrimas. Sarmiento es fuerza viva de la formación argentina y es espíritu orientador cuando no se encuentra el camino. Es defensor de los derechos del hombre en la vida civilizada de los pueblos. Mary Mann, su dilecta amiga y colaboradora le escribía: “No es Usted para mí un hombre, sino una Nación”. Entre Sarmiento y su patria existían grandes identificaciones. Por eso fue su crítico implacable y su profeta certero. “El Profeta de la Pampa” lo ha llamado Ricardo Rojas en su libro. Sarmiento consideraba mortales los periodos históricos impregnados de indiferencia. Comparando a Sarmiento con el catalán Unamuno se da la certeza de que ambos buscaban la universalidad en la lengua española que supo hacer suya en una lucha dramática que abarca toda su vida de escritor. Unamuno conocía profundamente la obra de Domingo Faustino Sarmiento, el “Gran Sarmiento” lo llamaba, “Gran héroe americano y el más grande acaso de sus héroes por el pensamiento”, “Aquel genio a quien tantas veces la canalla trató de loco” y hasta dio una conferencia sobre Sarmiento en el Ateneo de Madrid para hacerlo conocer en España. También Unamuno fue un rebelde, no contra la lengua misma sino contra el manejo que se hacía de esa lengua porque la consideraba sangre del espíritu. Unamuno era el Sarmiento español como Sarmiento era partidario de la reforma ortográfica de que se escribiera como se pronuncia. Sarmiento y Unamuno partían de la misma actitud, arrebatada y noble ante las cosas. Sarmiento quería sobre sus hombros de titán llevar la civilización al desierto. Unamuno quería despertar conciencias, europeizar a España, hispanizar a Europa. Los dos eran hombres de acción y si cayeron muchas veces en el error, no cayeron jamás en la mentira. Sarmiento dijo en 1852 como formidable periodista al servicio de la verdad tras emigrar de nuevo: “Soldado con la pluma o con la espada, combato para poder escribir, que escribir es pensar; escribo como medio y arma de combate, que combatir es realizar el pensamiento” y Unamuno, que buscaba siempre la paz en la guerra y la guerra en la paz, que hizo de toda su vida una lección heroica, sólo escribía por la verdad y para la verdad: “No mentir nunca, ni por comisión ni por omisión… No solo no decir mentiras sino tampoco callar verdades… Decir la verdad sobre todo cuando más perjudique y cuando más inoportuno lo crean los prudentes”. Y ¿Qué es la verdad? La verdad de Unamuno y de Sarmiento es la verdad moral: “Verdad es lo que se cree de todo corazón y con toda el alma” y ¿qué es creer de todo corazón y con toda el alma?: obrar conforme a ello. Así vivió Unamuno y así murió. Así vivió Sarmiento y así murió como lo habían previsto: “Morirse de ver la verdad”. ¡Qué formidables escritores y periodistas! A Sarmiento y Unamuno les interesaba más la verdad que la belleza. Pero cuando se busca la verdad con auténtica grandeza de alma, se llega siempre a la belleza. Sarmiento y Unamuno escribieron sus palabras con el corazón encendido, como las que fundieron en la llama de un fervoroso apostolado civil y moral. Sus palabras fueron nobles y bellas. Este aniversario del nacimiento de Domingo Faustino Sarmiento, 15 de febrero de 1811, sus libros consagran el instante y convierte el transcurrir histórico en arquetipo. El verbo de Sarmiento ha encarnado en la vida. En este Bicentenario de su nacimiento, los que realmente conocen su vida y han investigado en ella en la historia rechazan a los “revisionistas” que pretenden ultrajarlo con la visión perversa de la ideología política que es necia y mentirosa. Han llegado a calificarlo de “libertino” con la maldad propia de la ignorancia atrevida. Nélida Rebollo de Montes, Profesora y periodista, distinguida con el Premio Benefactora de la Cultura. Ingresó en la Academia Provincial de la Historia con el trabajo titulado “Mujeres de mayo y prácticas electorales de 1816”. Con el voto unánime ingresó a la Sociedad Argentina de Escritores, institución que la distinguió con la “Pluma de Oro”, con la “Faja de Honor” y el “Gran Premio de Honor”. Autora del libro “Nuestro Tiempo y Nuestras Razones”, que incluye artículos de su profesión periodística, afrontando la difícil tarea del comentario instantáneo sobre los acontecimientos que se suceden diariamente. La gente valora en ellos el estudio relevante sobre el presente. El libro figura en las Universidades de Yale, de Columbia y en el catálogo online de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos de Norteamérica. Su Ensayo “Rosalía de Castro. Antonio de la Torre : dos testimonios de la pasión poética” fue incluido en la Biblioteca de la Universidad de Santiago de Compostela de España, en la Biblioteca Pública de Nueva York y en la Universidad Stony Brook de Nueva York de Estados Unidos de Norteamérica. Fue galardonada, en 1986, con el premio internacional “Honoris Causa”, otorgado por la Acción Católica Argentina con sede en Los Ángeles, Estados Unidos de Norteamérica. En el mismo año, la Comisión Interamericana de Mujeres de la Organización de Estados Americanos (OEA) la premió en el año internacional de la Paz. Fue elegida, en 1990, “Ciudadana Ilustre” de la Municipalidad de la Capital de San Juan y condecorada, en 1994, por el Diario la Razón. El Centro de Artistas Plásticos de San Juan la consagró, en el mismo año, “Benefactora del Arte”. Tres veces premiada, en 1997, 2001 y 2005, por ADEPA (Asociación de Entidades Periodísticas de la Argentina) y, en 1990, con el “Santa Clara de Asís”. La Dra. Rebecca Ann Bill de la Universidad de Stanford de California, Estados Unidos, contratada por FORES (Foro de Estudios sobre la Administración de Justicia de la República Argentina) consultó como fuente de de información un artículo periodístico de la Profesora Nélida Rebollo de Montes (argentina) titulado “La Suprema Corte de Justicia en la Presidencia de Mitre” y un libro del Dr. Harold J. Berman (estadounidense) de la Universidad de Cambridge y profesor emérito de la Universidad de Harvard. De ambos autores la Dra. Bill utilizó datos para su obra de investigación “Medición de la autonomía judicial. Juzgado Federal de primera instancia en lo penal de la República Argentina". |
miércoles, 16 de febrero de 2011
Bicentenario del Nacimiento de Domingo Faustino Sarmiento.
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