sábado, 29 de enero de 2011

Crece la insurreccion en el mundo árabe.

Los regímenes árabes tiemblan ante una nueva jornada de protesta

Nuevas protestas se han convocado para hoy en varios países árabes. Los
regímenes autoritarios que gobiernan Egipto, Yemen y Jordania temen el
contagio de las revueltas que derrocaron al Gobierno de Zine El-Abidine ben
Ali. Sistemas basados en la corrupción y el nepotismo tiemblan ante
movilizaciones de carácter popular que aúnan reivindicaciones de carácter
social y política y que se expanden como una mancha de aceite.
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GARA | DUBAI

De Egipto a Jordania, pasando por Yemen, la «Revolución de Jazmín» ha
comenzado a tocar a los regímenes árabes que se mantienen desde hace décadas
gracias al yugo del miedo, consideran los analistas.

Tras Túnez, «la pregunta no es ya a quién le tocará ahora, sino qué régimen
permanecerá», afirma Amr Hamzawy, director de investigación de la Fundación
Carnegie en Oriente Medio, para quien las manifestaciones populares podrían
alcanzar a la mayoría de los países árabes, con la excepción de las
monarquías petroleras del golfo Pérsico.

«Se trata de una verdadera tendencia regional, en Egipto, en Argelia, en
Jordania, en Yemen..., donde los ciudadanos salen a la calle para reclamar
sus derechos sociales, económicos y políticos», añade este analista.

«Es una dinámica que se expande por todo el mundo árabe», coincide el
profesor universitario Bourhan Ghalioun, autor en 1977 de un «Manifiesto
para la democracia» en el mundo árabe.

«Lo que se ha producido en Túnez ha resquebrajado el miedo y ha demostrado
que es posible ?con una velocidad impresionante? derrocar un régimen y que
no es tan difícil como se podría imaginar», añade Ghalioun, director del
Centro de Estudios sobre el Oriente Contemporáneo (CEOC), con sede en París.

Egipto vive desde el martes las protestas más importantes desde la llegada
al poder en 1981 del presidente Hosni Mubarak, de 82 años de edad, y se
prevé que se intensifiquen después de ayer volviera al país el opositor
Mohammed El-Baredei.

La fiebre ha alcanzado a Yemen, donde miles de personas se manifestaron ayer
para reclamar la marcha del presidente Ali Abdallah Saleh, en el poder desde
hace 32 años, mientras que los Hermanos Musulmanes de Jordania, principal
fuerza de oposición, han convocado una nueva manifestación para hoy.

Ghalioun excluye, en cualquier caso, un «contagio mecánico» debido a razones
específicas de cada país, subrayando que «ningún proceso de cambio se
parecerá a otro».
Pero los movimientos de protesta que comienzan a tocar a los regímenes
árabes tienen un punto en común: están siendo protagonizados por los jóvenes
y las clases medias, a través de internet y las redes sociales.

«Es el resultado de lo que los regímenes autocráticos han hecho en la
política del mundo árabe: los partidos de la oposición se han debilitado y
han sido sistemáticamente aislados y, en consecuencia, es la ciudadanía la
que hoy se moviliza», explica Hamzawy.
Los movimientos de protesta, sobre todo, han revelado la debilidad de muchos
de los regímenes, cuyos dirigentes establecen recordes de longevidad en el
poder y de falta de legitimidad popular.

«La legitimidad no puede construirse sobre la represión ni sobre la
denegación de los derechos políticos y sociales», asegura Hamzawy. «Nadie
puede aceptar esto en el siglo XXI y los árabes no son una excepción».

En algunos países, los dirigentes han comenzado a soltar lastre, como en
Jordania, donde el rey Abdallah ha prometido «avanzar» en las reformas
políticas, o en Yemen, donde el presidente Saleh ha asegurado que no piensa
transmitir el poder a su hijo.
Pero en el mundo árabe, «donde la mayoría de los regímenes se perciben como
máquinas de opresión, corrupción o destrucción», si se emplean los términos
de Ghalioun, existe la incógnita de saber si estas reformas serán
suficientes.

Para Ghassan Charbel, redactor jefe del influyente diario panárabe
?Al-Hayat?, «los regímenes árabes pueden optar por escuchar las
reivindicaciones populares y por decidir impulsar verdaderas reformas o por
continuar apoyándose únicamente en sus aparatos de seguridad. En este caso,
podrían derrumbarse uno tras otro».

*Queman un cuartel en Suez*

Manifestantes quemaron ayer un cuartel de bomberos en la ciudad egipcia de
Suez, al este de El Cairo, tras lanzar cócteles molotov contra la Policía,
constató un fotógrafo de France Presse.

En esta ciudad se enfrentaron ayer por la tarde cientos de manifestantes con
las fuerzas de seguridad, al igual que en Ismailiya, unos 50 kilómetros al
norte, en el canal de Suez.
En Suez, los policías antidisturbios dispararon gas lacrimógeno y balas de
caucho y emplearon cañones de agua para intentar dispersar a cientos de
manifestantes, que reclamaron la liberación de los detenidos en las
protestas del martes y el miércoles, unos 75 según una fuente de los
servicios de seguridad.

El miércoles, las manifestaciones fueron especialmente violentas en Suez,
donde los enfrentamientos estallaron des- pués de que la Policía se negase a
entregar el cuerpo de uno de los tres manifestantes muertos la víspera.

Los jóvenes militantes prodemocráticos, inspirados en la revuelta tunecina,
convocaron nuevas manifestaciones para hoy, tras el rezo en las mezquitas.
Al menos siete manifestantes y dos policías han muerto y decenas de personas
han resultado heridas desde que el martes comenzasen las manifestaciones.
Según un responsable de los servicios de seguridad egipcios, «al menos mil
personas han sido detenidas en el conjunto del país».

En este contexto, el opositor Mohammed El-Baredei regresó ayer por la noche
a Egipto, tras permanecer dos semanas en el extranjero, para participar en
las manifestaciones contra el régimen de Hosni Mubarak.
Como muestra de la inestabilidad que sufre el país árabe más poblado, la
Bolsa cairota sufrió ayer una fuerte caída del 6%, llegando a encender las
alarmas y provocando una suspensión temporal de las cotizaciones. Tras
reanudarse la acti- vidad al mediodía, se produjo una caída del 9%. La
víspera, el principal índice, el EGX30 bajó otro 6%.

*Regreso de El-Baredei*

En un mensaje en Twitter, Mohammed El-Baredei declaró que «vamos a continuar
ejerciendo nuestro derecho a manifestarnos pacíficamente para recuperar
nuestra libertad y nuestra dignidad. La violencia del régimen se va a volver
contra sí mismo».
El-Baradei no dispone de un partido reconocido, pero ha formado un
movimiento, la Asociación Nacional para el Cambio, que reclama reformas
democráticas y sociales y apoya las manifestaciones.

Mohammed El-Baredei es la más conocida de las personalidades de la oposición
que han apoyado públicamente el movimiento de protesta.

«Estamos en un momento crítico de la historia de Egipto. He vuelto para
participar con el pueblo egipcio en las manifestaciones», declaró El-Baradei
tras aterrizar en El Cairo.
«La voluntad de cambio debe ser respetada. El régimen no debe utilizar la
violencia en las manifestaciones», añadió el ex responsable de la Agencia
Internacional de Energía Atómica.

«Si la población quiere que yo lidere la transición, no les decepcionaré»,
declaró antes de embarcar en el aeropuerto de Viena.
La revuelta tunecina no cesa en Sidi Bouzid
Miles de manifestantes marcharon ayer Sidi Bouzid, origen de la revuelta
tunecina coreando consignas como «Que no nos roben la Revolución», para
volver a exigir la dimisión del Gobierno de transición, informaron
periodistas de France Presse.
La marcha estaba convocada por el potente sindicato UGTT, que había llamado
a la huelga general en esta ciudad y su región para reclamar que siete
caciques del régimen de Ben Ali y el primer ministro Mohammed Ghannouchi
abandonen el Gobierno de transición.
«Que se marchen los corruptos», «Ghannouchi, ¿es que aún no lo has
comprendido?», gritaron los manifestantes.
«Unos 2.000», según un policía, «más de 10.000», según un sindicalista, era
difícil evaluar el número de manifestantes, entre los que había numerosos
jóvenes y mujeres.
Los comercios permanecieron cerrados.
El cortejo se detuvo ante el Palacio de Justicia, donde una pintada
proclamaba que «la Revolución pertenece al pueblo y no a los partidos».GARA?
Miles de manifestantes yemeníes reclaman que se vaya el presidente Ali
Abdallah Saleh
Miles de yemeníes, inspirados por las experiencias tunecina y egipcia, se
manifestaron ayer en Sana?a a convocatoria de la oposición para reclamar la
marcha del presidente Ali Abdallah Saleh, en el poder desde hace 32 años.
«El presidente tunecino se ha marchado tras 20 años, el yemení lleva 30
años. Ya basta», coreaban los manifestantes.
Sin embargo, el ministro yemení del Interior, Motahar Rashad Al-Masri, negó
cualquier semejanza con la revuelta tunecina que provocó la caída de Ben Ali
el 14 de enero.
«Yemen no se parece a Túnez», declaró a France Presse, afirmando que Yemen
«es un país democrático» y las manifestaciones son de carácter pacífico.
«No a la renovación del mandato, no a la transmisión hereditaria del poder»,
«Ha llegado la hora del cambio», repetían los manifestantes yemeníes que
estuvieron movilizados durante dos horas a convocatoria de una coalición de
partidos de la oposición parlamentaria.
«Nos movilizamos hoy para reclamar la marcha del presidente Saleh y de su
Gobierno corrupto», proclamó ante la multitud un diputado del partido
islamista Al-Islah, Abdelmalik Al-Qassus.
La oposición organizó cuatro manifestaciones distintas en la capital para
«dispersar las fuerzas policiales», según uno de los organizadores.
Las fuerzas antidisturbios vigilaban a distancia a los manifestantes, pero
reforzaron las medidas de seguridad en torno al Ministerio del Interior y al
Banco Central.
El Congreso Popular General (CPG, partido en el poder) organizó cuatro
contramanifestaciones que reunieron a miles de personas en la capital.
«No hagan caer la democracia ni la Constitución», se podía leer en una de
las pancartas que mostraban los manifestantes progubernamentales.
Las manifestaciones se han multiplicado estos últimos días en Yemen, un país
golpeado por la pobreza y el paro.
El Gobierno anunció esta semana un aumento de los salarios, una medida
destinada a «prevenir problemas similares a los habidos en Túnez», según el
analista yemení Mustafa Nasr, que realizó declaraciones a France Presse.

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