martes, 8 de febrero de 2011

Aborto y horror.

EEUU: MUJERES QUE ABORTARON COMPARTEN HISTORIAS DE DOLOR.

Kathleen Gilbert

En un final agridulce a una feliz Marcha por la Vida este año del 2011, docenas de madres que abortaron subieron las escalinatas del Tribunal Supremo de EEUU el 24 de enero, para contar sus historias de temor, angustia, y redención, ofreciendo un vistazo, poco visto, del terrible costo humano de Roe v. Wade (la decisión judicial de 1973 que despenalizó el aborto). De las 45 mujeres que hablaron, 40 eran recién llegadas, según informó Georgette Forney de la organización Silent No More Awareness (Campaña No Más Silencio), incluyendo un grupo de 12 que habían viajado desde el Estado de Arizona, para enfrentarse a un clima de mucho viento en el mes de enero. Más de 100 personas que sufren por un aborto caminaron juntas durante la Marcha por la Vida.

Algunas de las mujeres describieron en detalle el dolor “horrendo” del procedimiento mismo del aborto, lo que causó que muchas sufrieran luego de problemas de salud y de la pérdida permanente de su fertilidad. Pero, peor aún, fue la devastación emocional que siguió: sentimientos de desolación, soledad, y desesperación, que sobrecogieron a unas madres apenas momentos luego de perder a su hijo por medio del aborto. “Todo lo que quedó fue el sentimiento de culpabilidad y la vergüenza, y las trizas de la persona que yo era antes de los abortos. El aborto no es una opción. Para mí fue una prisión,” dijo una madre.

Mary Jane D’Andries de la ciudad de Pittsburgh en el Estado de Pensilvania, trajo a la memoria cómo se sintió “tan sola” durante la mañana siguiente a su aborto, que ocurrió hace cuarenta años. “Para mí estaba claro que la relación con el padre terminó a partir del momento que él quiso que yo me practicase un aborto,” dijo. “La soledad no se debía a su ausencia, sino a la ausencia de mi hijo.” Muchas mujeres dicen que sufren durante años – 20, 25, 30, o más – llevando una carga dolorosa de culpabilidad, profundamente enterrada en ellas. Estas mujeres describen los años de drogadicción, de relaciones disfuncionales, de promiscuidad sexual, y de la depresión que sobrevino. Algunas dijeron que el rechazo de su bebé también condujo a sus otras relaciones humanas a la ruina – con amantes, con los padres, y con los niños vivientes.

“Recuerdo que cuando entré en el automóvil (luego del aborto), mi hijo de un año de edad se me acercó para que lo cogiera en mis brazos, y no pude hacerlo,” recordó Cynthia Carney, de la ciudad de Tulsa en el Estado de Oklahoma, apenas pudiendo hablar debido a su llanto. “Mi relación con él cambió a partir de ese día. Nunca he sido la misma. Sin esperanza, sin opciones”.

Muchas de las historias revelan la desesperación que las mujeres experimentan cuando se dan cuenta que nadie las apoyará durante su embarazo – una desesperación que ha sido comparada a la de una persona que piensa en el suicidio, cuando toda esperanza parece desvanecerse.

Michelle Geraci describe el modo en que los empleados de la Federación de Paternidad Planificada de EEUU (o simplemente Paternidad Planificada), filial en ese país de la abortista Federación Internacional de Planificación de la Familia (IPPF, por sus siglas en inglés), le dieron la espalda, cuando ella guardaba la esperanza de que podría quedarse con su bebé. Una amiga le había recomendado que fuese allí, como un lugar donde la podían ayudar. “Cada vez que llamaba, tenía la esperanza de que alguien podía decirme a quién podía llamar que me pudiese ayudar para poder quedarme con mi bebé. Ellos solamente me decían que eso era un problema mío,” dijo Geraci.

Luego de llegar para que le practicaran el aborto, Geraci accidentalmente logró ver fugazmente a su bebé en la ecografía. “Algo pasó por mí como una oleada,” dijo. “Le pregunté a la doctora qué era lo que había visto, y ella dijo que no era nada. Me vio la cara y rápidamente se paró entre la pantalla y yo. Entonces se detuvo y me dijo que yo no tenía que hacer esto. “Desesperada, le conté mi situación y que no quería que me lo practicaran, pero que no sabía que más hacer. Le dije que me sentía como si estuviese montada en una montaña rusa y que me quería bajar,” recordó Geraci. “Ella me miró, se encogió de hombros, y me respondió, “Está bien.” Lo próximo que supe es que me pusieron una máscara sobre mi cara y yo estaba pensando que lo que estaba tratando de decirle era que el querer bajarme de la montaña rusa no significaba que quería que me practicaran el aborto. Y lo próximo que recuerdo es que me estaba despertando en una habitación llena de mujeres llorando. La mujer a mi lado, con lágrimas, intentó sujetarme la mano. Yo también estaba llorando. Le di mi mano, pero al mismo tiempo la odiaba y me odiaba a mí misma.”

Luego de quedar embarazada por un acto de violación, Pam (Pamela) Messina, del pueblo de Charlottesville en el Estado de Virginia, dijo que la decisión sobre si abortar o no “la atormentaba.” “Lloré durante muchos días y me dijeron que tenía que apresurarme y tomar una decisión,” recordaba. El día después de abortar a su hijo, Messina dijo que su madre intentó consolarla, al decirle que “ella me hubiese abortado si la práctica del aborto hubiese estado disponible para ella. ”Ella pensó que esto haría que me sintiera mejor en cuanto a mi decisión. Sin embargo, eso hizo que me sintiera mucho peor – porque si a mí me hubiesen dado la oportunidad, hubiese optado por nacer,” dijo Messina. “Pero a mi bebé no le dieron la oportunidad, ni tampoco tenía voz para hacerse escuchar sobre este asunto.” Para algunas, “la libertad para escoger”, que proporciona el aborto legalizado, no es libertad alguna. En su lugar, constituyó un arma que se usó en contra de ellas.

Jacquie Stalnaker, de la ciudad de Birmingham en el Estado de Alabama, le dijo a su novio que estaba embarazada, y contó lo siguiente: “Para mi sorpresa él dijo que tenía que ser abortado. Me dijo que, o era mi vida, o la vida del bebé, pero que uno de nosotros se iba a tener que marchar. Fuimos hasta la clínica, y había un revólver debajo del asiento del automóvil. Con eso, sabía que, lo que me dijo, era en serio. “Mientras el procedimiento se estaba llevando a cabo no me habían dado anestesia, ni me habían adormecido, ni me habían dado medicina para el dolor,” dijo Stalnaker, una mujer que ahora tiene 45 años de edad. “Les puedo decir con precisión cómo se sintió la bebé cuando fue eliminada de mi cuerpo. La pusieron en una vasija, encima de un estante y me despacharon del lugar. Stalnaker también contó que su novio la dejó allí y ella no lo volvió a ver nunca más. Luego, mientras caminaba hacia el estacionamiento, Stalnaker sufrió un colapso y casi se muere de una hemorragia. Desde entonces, ha sobrevivido el cáncer en tres ocasiones, le han extirpado del útero un tumor que pesó 25 libras, y no se le ha hecho posible volver a tener hijos. Según los médicos, estos fueron los efectos del aborto.

A pesar de la tenebrosidad de sus historias, todas las mujeres atestiguaron de un creciente sentimiento de esperanza que surgió cuando comenzaron una travesía hacia una re-integración personal, mediante el llanto sanador de duelo por la pérdida de su bebé y el agradecimiento por el perdón que obtuvieron de Dios.

Aunque su vida giró en un espiral hacia abajo después del aborto, una madre dijo que durante años no había estado consciente de su dolor. Pero una vez que abrió su corazón para contar su pérdida, dijo que vio a su hijo en el cielo en una visión. “Cuando lo vi, supe quién era inmediatamente,” dijo. “Vi toda su personalidad, su potencial, su impacto en las vidas de otros durante su vida, y vi que había sido la responsable de que nada de ello hubiese ocurrido.”

Una característica asombrosa que comparten las mujeres que se sometieron a un aborto, es un apego afectuoso y hasta una relación con el pequeño que fue condenado a muerte – algo que algunos describen como el único camino hacia la curación. Una mujer que se identificó como “Chris” (Christina), dijo que escuchó “a la pequeña vida dentro de mí clamando por su vida” en las últimas horas antes del procedimiento: “El clamor de Christopher permanecerá en mi memoria a partir de ese día.” Años más tarde, comenzó a reconciliarse con Christopher y a sanarse durante un retiro del Viñedo de Raquel.

Incluso, una mujer describió una experiencia mística que tuvo lugar, luego de implorarle a Dios que le diese la oportunidad de poder hablar con su niña concebida, pasados 23 años del aborto. Ella oraba diciendo: “’Miriam, por favor, perdóname por lo que te hice.’ Y ella me respondió: ‘Oh, mamá, lamento tanto todos los sufrimientos que has padecido durante los pasados 23 años,’” contó. “Yo no escucho voces, pero esa mañana, escuché a Miriam, y su voz sonaba como si tuviese 23 años de edad. Más aún, su voz sonaba como si fuese la de una de mis sobrinas. Con la respuesta de Miriam, supe que ella me amaba.”

Un rostro y un nombre para su bebé: eso es clave para que estas mujeres regresen del exilio a su maternidad. Y es clave, según dicen ellas, para sacar a la luz las mentiras perpetuadas por el aborto legalizado. “Me di cuenta de la verdad que había estado rehusando reconocer: ella no era una masa de tejido o un error,” dijo una madre. “Ella era mi pequeña Cecy (Cecilia), y porque era un ‘inconveniente’, permití que la mataran. Si el aborto no hubiese estado legalizado, hubiese hecho cabida en mi vida para ella.”

Fuente: Kathleen Gilbert, “Mujeres que abortaron comparten historias de dolor, redención en las escalinatas del Tribunal Supremo,”Notifam.net, 28 de enero del 2011, http://notifam.net/index.php/archives/2804/. Versión del original en inglés:http://www.lifesitenews.com/news/post-abortive-mothers-share-stories-of-grief-redemption-on-supreme-court-st. Traducida del inglés por: Marlene Gillette-Ibern.

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