viernes, 13 de mayo de 2011

Homilía de monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia, para el Domingo 3º de Pascua (8 de mayo de 2011).


Fantasías y desilusiones de los cristianos argentinos.

Buenos Aires, 13 May. 11 (AICA)
Mons. Carmelo Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia
Mons. Carmelo Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia
El arzobispo emérito de Resistencia, monseñor Carmelo Juan Giaquinta, recordó que “cuando la fantasía sobre el ser amado es grande, al producirse el desajuste con la realidad, se da una gran desilusión que impide verla. Es le que le sucedió a los dos discípulos de Emaús. Y lo que repetidas veces se ha dado en la Iglesia desde el tiempo de los Apóstoles”, y advirtió que “se dará siempre porque confundir la fe con la fantasía pertenece a nuestra condición de peregrinos”.
“De allí, la necesidad de una permanente purificación de la fe por la escucha de la Palabra y la celebración de la Eucaristía, explicó.
Tras reconocer que sería largo referir a las fantasías y desilusiones de los cristianos a través de la historia, consideró conveniente que, en la Argentina, fieles y pastores “tomemos conciencia de las que han afectado nuestro proceso de crecimiento en la fe”.
“Las hubo de todo tipo. Unas más espiritualistas, fundadas a veces en revelaciones privadas o en métodos pastorales. Otras más terrenales, mezcladas con ideologías políticas de signos contrarios”, precisó.
A modo de ejemplo, citó dos: “A fines de los años 40, desde labios muy autorizados se dijo que ‘los cristianos debemos subirnos al tren del justicialismo’, como si éste fuese la concreción del reinado social de Cristo”, indicó.
“En el primer lustro de los 70 se decía ‘el Reino de Dios hoy pasa por el Pe Jota’, no importaba que en éste militasen grupos violentos, opuestos entre sí, inspirados en el fascismo y en el marxismo”, agregó.
Por último, monseñor Giaquinta estimó que “para curarnos de las fantasías opuestas a la fe tenemos un camino: proponer y escuchar el Evangelio con fe viva y celebrar la Eucaristía con dignidad. El planteo puede parecer ridículo, sobre todo si miramos a lo gigantesco que es el desafío del mundo a evangelizar. Pero es así nomás. Es el método imprescindible que nos legó Jesús en Emaús. Y al que la Iglesia recurre desde hace dos mil años. Conviene que revisemos cómo lo empleamos”.+
JESÚS RESUCITADO TRANSFORMA A LOS DISCÍPULOS, POR LA PALABRA DE DIOS Y LA EUCARISTÍA
Homilía de monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia, para el Domingo 3º de Pascua (8 de mayo de 2011)
Lc 24,13-35
I. EL CAMINO HACIA LA FE DE DOS DISCÍPULOS DESILUSIONADOS
1. El Evangelio de este domingo tiene un encanto especial. Los que protagonizan el encuentro con Jesús resucitado son dos discípulos. Al igual que los apóstoles y las mujeres que lo habían seguido, no esperaban la resurrección de Jesús, pese a que sabían que su cuerpo no estaba en el sepulcro: “Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron» (Lc 24,24).Ellos habían seguido a Jesús con sinceridad, pero teñido con la fantasía de un libertador terreno: “Nosotros esperábamos que Él fuera quien librara a Israel” (ib. v. 21). Ahora yacen en la desilusión.
2. Esa situación les impedía reconocer a Jesús que “se acercó y siguió caminando con ellos” (v. 15). La curación de tal ceguera necesitó de dos momentos. Primero, un camino preparatorio de curación en el cual Jesús fue explicando las Escrituras: “Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él” (v. 27). Como constataron después: “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” (v. 32). El segundo paso, decisivo, la fracción del pan: Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista” (vv. 30-31). Imposible no ver en estos dos momentos los dos pasos esenciales de la liturgia y de la iniciación cristiana: catequesis y sacramento. O, como los llama el Concilio: la doble mesa, del pan de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo.
II. FANTASÍAS QUE ENTORPECEN LA FE
3. Cuando la fantasía sobre el ser amado es grande, al producirse el desajuste con la realidad, se da una gran desilusión que impide verla. Es lo le que le sucedió a los dos discípulos. Y lo que repetidas veces se ha dado en la Iglesia desde el tiempo de los Apóstoles. Y se dará siempre Porque confundir la fe con la fantasía pertenece a nuestra condición de peregrinos. De allí, la necesidad de una permanente purificación de la fe por la escucha de la Palabra y la celebración de la Eucaristía.
4. Puede sonar extraño hablar de la desilusión de los cristianos ya en tiempos de los Apóstoles. Es una experiencia ampliamente documentada en el Nuevo Testamento. Después del primer entusiasmo por la recepción de la predicación de los apóstoles y del bautismo por parte de numerosos judíos, la aceptación del Evangelio en ese ámbito entró en fase de estancamiento. Ello dejó atónitos a muchos cristianos. El fenómeno fue analizado por San Pablo en época temprana, en la carta a los romanos: No todos aceptan la Buena Noticia. Así lo dice Isaías: ‘Señor, ¿quién creyó en nuestra predicación?’… Yo me pregunto: ¿Acaso no la han oído? Sí, por supuesto: ‘Por toda la tierra se extiende su voz y sus palabras llegan hasta los confines del mundo’. Pero vuelvo a preguntarme: ¿Es posible que Israel no haya comprendido? Ya lo dijo Moisés: ‘Yo los pondré celosos con algo que no es un pueblo, los irritaré con una nación insensata’” (Rom 10,16.18-19).
5. La carta a los Hebreos, por su parte, muestra al vivo la desilusión de los hijos de la primera generación cristiana. Pertenecen a una comunidad con un pasado gloriosoPero ahora se encuentra desanimada. Y ello porque, en vez de contemplar en la fe a Cristo, el verdadero Sumo Sacerdote, se distraen en sus propias fantasías: una falsa devoción a los ángeles y la envidia al culto del Templo. Lo cual lleva a que muchos ya no se reúnan para escuchar la palabra de Dios y celebrar la eucaristía. El capítulo diez de la carta es una radiografía de lo que les acontece.
III. FANTASÍAS Y DESILUSIONES DE LOS CRISTIANOS ARGENTINOS
6. Sería largo seguir las fantasías y desilusiones de los cristianos a través de la historia. Pero conviene que, en la Argentina, fieles y pastores tomemos conciencia de las que han afectado nuestro proceso de crecimiento en la fe. Las hubo de todo tipo. Unas más espiritualistas, fundadas a veces en revelaciones privadas o en métodos pastorales. Otras más terrenales, mezcladas con ideologías políticas de signos contrarios. A modo de ejemplo, recuerdo dos. A fines de los años 40, desde labios muy autorizados se dijo que “los cristianos debemos subirnos al tren del justicialismo”, como si éste fuese la concreción del reinado social de Cristo. En el primer lustro de los 70 se decía “el Reino de Dios hoy pasa por el Pe Jota”, no importaba que en éste militasen grupos violentos, opuestos entre sí, inspirados en el fascismo y en el marxismo.
IV. REAVIVAR LA FE POR LA PALABRA DE DIOS Y LA EUCARISTÍA
7. Para curarnos de las fantasías opuestas a la fe tenemos un camino: proponer y escuchar el Evangelio con fe viva y celebrar la Eucaristía con dignidad. El planteo puede parecer ridículo, sobre todo si miramos a lo gigantesco que es el desafío del mundo a evangelizar. Pero es así nomás. Es el método imprescindible que nos legó Jesús en Emaús. Y al que la Iglesia recurre desde hace dos mil años. Conviene que revisemos cómo lo empleamos.
Mons. Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia

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