martes, 21 de agosto de 2012

El 14 de agosto recordamos a Maximiliano Kolbe, patrono de los periodistas en todas las ramas de las comunicaciones sociales.


Maximiliano Kolbe: Cálida luz del amor de Dios

     En este contexto compartimos una reflexión —un “andar juntos” la espiritualidad de la comunicación— del sacerdote jesuita Guillermo Ortiz, director de la Misión Jesuita Multimedia en Buenos Aires y responsable del área de lengua española en Radio Vaticana en Roma.
    El verdadero tesoro: la información verdadera
    Refieren que unos buscadores indagaban sobre un valioso diamante escondido en un recipiente de oro. Cuando encontraron el recipiente descubrieron que era solo barro pintado de dorado. Y ofuscados por la falsedad arrojaron a la basura, con el recipiente, el diamante escondido.
    La información fidedigna es un tesoro. Con ella discernimos las decisiones acertadas y felices. Desde la orientación que doy a la vida, hasta la ropa que uso según el parte meteorológico. Pero… ¿cuál es la información esencial?
    Paulo de Tarso afirma: “Llevamos un tesoro en vasijas de barro”. La Iglesia es de barro, como ese recipiente pintado de dorado. No brilló, ni brilla y nunca brillará por sí sola. Únicamente cuando “filtra”, cuando “transparenta” su verdadero tesoro: Jesús de Nazaret resucitado quien nos libera cuando aceptamos la misericordiosa ternura del amor de Dios y la vida plena que nos ofrece.
    Aun en fangos de miseria, florece la humildad y el testimonio, la decidida voluntad de transparencia. Podemos bucear en el pozo negro sin fondo de la miseria humana aquí o allá. O podemos “filtrar”, “hacer pasar” a nuestros ambientes la información esencial sobre Jesús. Esa información que solo vos o yo tenemos, en la medida que hacemos una experiencia personal de Encuentro con Jesús en la oración. “Hacer pasar” a Jesús, de “filtrarlo” con la propia carne, con la propia vida, porque se trata de transparentarlo, de hacerlo visible, presente con el propio testimonio. Es el único lenguaje convincente.
    “Filtración” de Cristo en un campo de concentración
    Maximiliano Kolbe, sacerdote franciscano, hizo pasar a Jesús dentro del campo de concentración. Logró filtrar la cálida luz del amor de Dios, su caricia, en las tinieblas del infierno mismo. Juan Pablo II nombró a Kolbe patrono de los periodistas en todas las ramas de las comunicaciones sociales porque, dedicado a la comunicación del evangelio con las herramientas y en los espacios de aquel tiempo, Maximiliano venció la prueba más dura: supo filtrar, supo hacer pasar la información esencial del amor sanador y transformador de Dios a sus compañeros en Auchswitz, lugar símbolo de la miseria humana en grado sumo por la crueldad a la que llegó una sociedad dominada por las fuerzas del mal.
    El filtro, el conducto, por el que esta “información esencial” pasó —y llega hasta nosotros hoy cuestionándonos la vida y la información que damos—, fue el propio cuerpo de Maximiliano, la ofrenda de su vida, su muerte por amor, cuando tomó el lugar de Francisco Gajowniczek, padre de familia condenado a muerte por la fuga de un compañero. Maximiliano hizo lo mismo que Jesús: hizo por vos y por mí. Es la caricia tierna del amor misericordioso de Dios con el cuerpo y la vida toda de Jesús amando hasta el extremo. Solo este amor es liberador, solo ese amor es puerta entre la miseria y la Vida Plena, entre el infierno y el gozo interminable de Dios.
    ¿Qué margen tenés para decidir libremente y aceptar la misericordiosa ternura? ¿Cuál es tu estrategia para liberarte de la miseria propia y ajena, y caminar al encuentro de la Vida plena? Jesús nos da otra oportunidad.
    Maximiliano Kolbe, intercedé por nosotros.

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