La dueña del lugar estaba harta de que el oso merodeara en su patio trasero y se lo hizo saber.
El gigante peludo se dirigía alegremente por las escaleras del deck, cuando salió Nishanto, quien de pie a pocos metros de distancia, en voz alta y firme le dio las órdenes para que se marchara.
Y mientras la mujer gritaba “¡Al suelo, ahora!” el oso no perdió tiempo en dar marcha atrás y salir corriendo hacia el bosque.
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