miércoles, 2 de marzo de 2011

La rebelion contra Khadafy tiene base, aunque EE UU esta detras.

LIBIA

CONFLICTIVA SITUACION EN LIBIA, CON MUCHOS MUERTOS

por EMILIO MARIN
****************************************************

Es una contradicción que la está pagando con sangre el pueblo de Libia.
Por un lado hay una rebelión popular, pero por otro es verdad que
Washington y la OTAN quieren su petróleo y se aprestan a intervenir.


El primer elemento a considerar es si la revuelta iniciada en el país
norafricano el 15 de febrero y conocida como "Revolución del 17 de
febrero", tiene raíces legítimas o es un montaje del imperialismo
norteamericano y sus socios europeos.
Una forma, no la única, de evaluar esa condición de rebelión popular es
el grado de participación de los sectores populares. ¿Son muchos los que
han ganado la calle reclamando la partida de Muammar Khadafy o se trata
de manifestaciones escuálidas agigantadas por las pantallas de la CNN y
demás agencias que transmiten en cadena?
Si se trata de multitudes o al menos grupos muy numerosos, se estaría
evidenciando que el gobierno de Trípoli había extraviado gravemente el
curso. Peor aún, ante esa evidencia, en vez de reaccionar con la
sabiduría con que Evo Morales dio un paso atrás con el gasolinazo, lo de
Khadafy se convirtió en masacre.
Habrá que convenir que si los muertos son 300, como aseguraba el hijo
del líder, Saif El Islam, o mil, según la elástica cuenta del gobierno
británico, de cualquier modo es mucha sangre derramada.
En quince días de conflicto el gobierno parece confinado a una parte de
la capital, en tanto los rebeldes controlan Benghazi, la segunda ciudad,
ubicada en la región oriental, Tobruk y Musaid. También aseguran haber
liberado localidades ubicadas en el sector occidental, como Zawiya y
Misurata, y del sur, como Al-Kufra. La lista es más extensa, con
localidades como Al Rhibat, Kabaw, Jado, Rogban, Zentan, Yefren, Kekla,
Gherien y Hawamed.
Llegado a este punto se puede extraer una primera conclusión: hay una
protesta masiva contra Khadafy, que habría sido derrocado en buena parte
de Libia (los opositores hablan de un 85 por ciento).
Semejante erupción no fue una enfermedad contagiosa por lo sucedido en
Túnez y Egipto, si bien estos acontecimientos han influido. Lo de Libia
tiene sus causas internas. Habría que rastrearlas en un 30 por ciento de
desempleo y un 35 o más por ciento de pobreza, lo que es intolerable en
uno de los principales países exportadores de petróleo del continente
africano y el cuarto productor del mismo. Cuando se exportan diariamente
1.7 millón de barriles de crudo no hay excusas para tanta desigualdad
social.
Al mismo tiempo, así como se ha visto en otras protestas en la zona, hay
una demanda democrática. Y parece lógica contra alguien que gobierna
desde hace 42 años en forma bastante autocrática, sin elecciones, con
mucho nepotismo (tres de sus hijos estaban anotados para sucederlo un
día...).

¿Se viene la OTAN?
Dispuesto a vender cara su derrota, el mandatario tuvo intervenciones
televisivas donde redobló la apuesta y prometió que no se iría del
gobierno ni del país. Moriría allí como un mártir, dijo.
En cada una de esas apariciones, Khadafy descalificó a la protesta, a la
que tildó de organizada por mercenarios, por "perros" (periodistas
extranjeros) y jóvenes a los que habría drogado Al Qaeda en sus cafés,
lácteos y yogurt. La delirante explicación sería que Osama Bin Laden
quiere controlar Libia para darle pie a Estados Unidos para ocupar el país.
La masacre actual es el mejor argumento para que la OTAN ordene una
"intervención humanitaria", saga de la masacre de 1999 contra Yugoslavia
en la "Guerra de los Balcanes". Es Khadafy y no Bin Laden quien está
abriendo las puertas a esa horrible injerencia del imperio.
Hablando de la OTAN, Fidel Castro escribió el 23 de febrero una
reflexión titulada "Danza macabra de cinismo", donde advirtió que esa
fuerza armada dirigida por Estados Unidos está detrás del petróleo
libio. Y que con tal objetivo, se apresta a ocupar el país en llamas.
La denuncia del ex presidente cubano es correcta y oportuna, pero peca
de un defecto: no condena suficientemente la sangrienta represión de
Khadafy y en consecuencia no alienta a quienes han luchado e incluso
ofrendado sus vidas. "Habrá que esperar el tiempo necesario para conocer
con rigor cuánto hay de verdad o mentira, o una mezcla de hechos de todo
tipo que, en medio del caos, se produjeron en Libia", escribió el
dirigente cubano. Este cronista discrepa en este punto: ya está muy
claro que hubo una tremenda represión antipopular, que debe ser
condenada. Recién sobre el final del escrito, Fidel advirtió: "nadie en
el mundo estará nunca de acuerdo con la muerte de civiles indefensos en
Libia o cualquier otra parte".
Gobiernos bolivarianos fueron más lejos en ese error puntual. Daniel
Ortega, de Nicaragua, expresó públicamente su apoyo al líder libio. Hugo
Chávez escribió en Twitter, "Viva Libia" que podía leerse como un "Viva
Muammar", en tanto el canciller venezolano, Nicolás Maduro, ratificaba
en un comunicado la amistad de ambos gobiernos.
Que Chávez hubiera recibido a Khadafy en Isla de Margarita en noviembre
de 2009 y le hubiera regalado una réplica de la espada de Simón Bolívar,
se comprende: era la Cumbre América Latina-Países Árabes. Pero después
que corrió tanta sangre se mantuviera esa política de amistad, parece un
error político y de apreciación. Mejor estuvo el Palacio San Martín, que
reclamó una solución pacífica del conflicto y no se jugó por Khadafy, a
quien CFK visitó en 2008.

No es antiimperialista
La Casa Blanca demoró años en desmarcarse de Hosni Mubarak, aún luego
que comenzara la etapa final del estallido que lo echó de El Cairo. En
Libia su reacomodamiento tuvo la velocidad de la luz. Tanto Barack Obama
como Hillary Clinton declararon apenas abierta esta guerra civil que
Khadafy debía frenar la represión y, unos días más tarde, reclamaron su
dimisión. Junto a sus socios de la Unión Europea, fomentaron una
resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, el 27/2, que impuso
sanciones a Trípoli. Incluso dejó expresamente abierta la vía para
llevar ante la Corte Penal Internacional de La Haya los casos de
represión como si fueran delitos de lesa humanidad.
Esta hostilidad occidental, ¿convierte a Khadafy en un antiimperialista
o al menos una víctima del imperialismo?
Para responder este interrogante es necesario aclarar que el libio fue
antiimperialista en los años ´70, cuando ocupó un lugar destacado en el
Movimiento de Países No Alineados, además de ser cofundador de la OPEP,
que defendió los precios del principal producto de exportación de Medio
Oriente.
Aún despojado de esos ímpetus originarios, su gobierno tercermundista
tuvo conflictos con EE UU, que en 1988, con Bush padre, le bombardeó
palacios presidenciales y le asesinó una hijita.
Luego el presidente se hizo un antiimperialista light y aparentemente
también un terrorista light, porque después de un largo pleito judicial
terminó aceptando pagar indemnizaciones a los familiares de pasajeros de
dos aviones que sufrieron atentados. Uno volaba sobre Escocia (1988) y
otro sobre Nigeria (1989): 270 personas muertas en el primero y 170 en
el segundo.
Con eso, pero sobre todo con mucho petróleo libio en puertos de Italia,
Alemania, Francia y España, Khadafy se ganó la absolución europea. La de
EE UU la consiguió en 2003, luego de negociar en secreto su renuncia a
explorar para eventualmente fabricar armas prohibidas. Fue una clara
concesión a George Bush y las grandes potencias, pero el libio ya no era
el de antes.
Si bien había nacionalizado el petróleo y el gas, lo cierto es que
Shell, British Petroleum (BP), la italiana ENI, la francesa TOTAL, la
española REPSOL y las norteamericanas Chevron y Occidental explotaban
ese crudo y en algunos casos lo refinaban en el este de Libia.
La suerte de Khadafy parece estar sellada y ser una cuestión de tiempo.
Si cae, habrá sido producto ante todo de sus propios errores, horrores y
desprestigio, pero también de las maniobras del imperio que lo
presentaron como el peor del grado. Esa era una mentira: ese pésimo
lugar no es suyo sino del premier israelita y los reyes de Arabia,
Bahrein y Jordania.
Sin lamentar en absoluto ese previsible final, hay que enumerar algunas
mentiras que se dijeron en su contra, como la del canciller británico,
William Hague, quien habló de un exilio inexistente en Venezuela.
También están los supuestos bombardeos a la población civil, de los que
aún no se vieron ni foto ni video.
Lo que resulta insoportable es que la Casa Blanca pontifique sobre los
derechos humanos y que Mariano Grondona califique a Khadafy de dictador.
El imperio y sus chupamedias mediáticos deberían guardar piadoso
silencio: uno dio numerosos golpes de Estado y otro fue amanuense de
varias dictaduras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario