lunes, 27 de junio de 2011

Morales distrae con Chile del desastre doméstico.


¡Viva Bolivia, Muera Chile!

JOSE BRECHNER
Igual que alrededor de cuatro millones de bolivianos, soy uno de los que se autoexilió antes de que el democrático gobierno plurinacional, indigenista, anti blanco, anti cristiano, anti americano, anti chileno, anti capitalista, anti liberal, anti libros, anti periodistas, anti calvos y anti pollos, del esclarecido presidente Evo Morales me cayera encima por cualquiera de los argumentos presentados.
Todavía quedan nueve millones de personas en Bolivia, de manera que sólo nos fuimos el equivalente al 44% de su población estable.
Este magnífico logro de hacer que casi la mitad de la gente huya de un país que no está en guerra, ni sufriendo algún cataclismo o hambruna masiva, es mérito de las especies zoológicas que gobernaron o no dejaron gobernar.
La mayoría no se fue con el presidente Morales. Su población viene escapando desde que se fundó la república, pues mis compatriotas se las ingeniaron para armar los más inverosímiles descalabros internos y externos.
El suicida ejército boliviano, obediente a sus políticos y comandantes militares, entró en guerra con todos sus vecinos. Perdió con todos. Se le fueron miles de vidas y la mitad del territorio; un millón de kilómetros cuadrados.
Con el que menos merma hubo, fue con Chile en 1789 en la Guerra del Pacífico; 120.000 kilómetros cuadrados prácticamente abandonados pero que estaban ligados a la costa, que no era asiduamente surcada por barcos bolivianos. La pérdida marítima dejó una marca dolorosa porque el país quedó geográficamente enclaustrado.
Entre revoluciones y golpes de estado, los bolivianos tuvimos que soportar a la tradicional fauna política que al perder popularidad acudió al tema marítimo para dirigir la mirada ciudadana al enemigo añejo. Morales que cada día es más rechazado por el pueblo, en su ingeniosa originalidad está volviendo a tocar el quisquilloso asunto.
Años atrás, las imbecilidades de los gobernantes bolivianos quedaban en casa, porque los medios no llegaban al lugar y tampoco se interesaban en el lugar. Hoy las salvajadas son escuchadas y vistas por todos y son jubilosamente aplaudidas por la progresía internacional, que goza del mismo nivel político-intelectual que Su Excelencia.
La nueva norma del dictador bananero, ha sido, imponer que las radioemisoras y canales de TV, emitan el Himno al Mar y temas alusivos al litoral perdido, para reavivar el odio al vecino chileno.
Esa patriótica idea no es de ahora. Si no fuera porque los gobiernos en Bolivia cambian con tal rapidez, que resulta más fácil acordarse de los ganadores de la medalla de bronce de salto largo en las últimas 20 Olimpiadas que de sus presidentes, podría recordar quien fue el que nos obligaba a cantar el himno nacional en el colegio y, cuando finalizábamos, debíamos clamar, ¡Viva Bolivia, Muera Chile!
La valiente exclamación se repetía en todo acto público y evento deportivo en los estadios. Los cuadernos para los escolares venían sellados con la misma expresión y en casos más corteses con la frase: “El mar nos pertenece por derecho, recuperarlo es un deber”. El rencor con el vecino caló en muchos bolivianos, que odian a Chile más que un niño a la sopa de verduras.
El insigne Morales quiere resucitar ese glorioso sentimiento y está jugando con fuego. Frase que puede tomarse en su contexto literal. Si el Inca cree que puede pinchar a Chile porque tiene de su lado a Mahmoud Ahmadinejad, Hugo Chávez y aliados, sin descartar a Perú si sube Humala; está cometiendo el error más grandioso de su equivocada vida política.
Estados Unidos es aliado de Chile, que tiene un ejército moderno. Si el tiroteo comienza, será del lado boliviano, pues le precede su historial de animaladas. Como Morales no mide lo que dice y hace, su bravuconada debe ser tomada seriamente.
El lado positivo de esta histórica gesta de Morales es, que si inicia una guerra a la que van a adherirse sus amigos, Chile y Estados Unidos pueden poner fin a los dictadores sudamericanos, lo que permitiría el retorno de miles de productivos ciudadanos a sus países, para reconstruirlos sobre bases de libertad y democracia genuinas. Paralelamente mejoraría el rendimiento de las agencias de viajes y funerarias.

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