miércoles, 20 de abril de 2011

"Estuve preso".


"Estuve preso"

5 OCTUBRE 2010




Por el Sacerdote Capuchino Carlos Bazarra

La frase “estuve preso” la hemos escuchado a mucha gente. Pero lo impresionante es que esa frase la dijo también, y con toda verdad, el mismo Jesucristo (Mt 25, 36). En el juicio final se dará la sentencia según, no las buenas intenciones de la gente, sino según sus obras, lo que de hecho hicieron. Dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, asistir al enfermo… La gente de buena voluntad lo suele hacer, y cuando se hace al prójimo, se hace al mismo Cristo. Se trata de una visión de fe, de ver la presencia de Jesucristo no sólo en la Eucaristía, sino en los pobres hambrientos, sedientos o desnudos.

Lo que no suele ocurrir es que pensemos lo mismo de los presos en las cárceles comunes. Se piensa que los presos son pecadores que han robado o que han matado. Y por eso nos cuesta admitir la presencia real de Cristo en el preso.

Pero Cristo no habla metafóricamente. Él realmente estuvo preso, fue castigado con azotes, tuvo que cargar con un tronco de árbol sobre su espalda y después de subir a un monte, fue clavado en ese mismo tronco. La opinión de las autoridades judías y romanas era que Jesús de Nazaret fue un  delincuente. Al final el centurión romano que dirigió la ejecución mortal de Jesús, reconoció su error: “Verdaderamente éste era hijo de Dios” (Mt  27, 54). Por tanto tenemos que reconocer en todo preso la presencia mística de Cristo. Y eso independientemente de la culpabilidad o de la inocencia del mismo.

Visitar a un preso es brindarle unos momentos de libertad, porque cuando le visitan  familiares o amigos, el preso se siente reconocido, amado y en cierto sentido libre de cadenas. Lo que puede ocurrir es que un preso esté encarcelado injustamente. Esto ocurre más veces de lo que pensamos. La autoridad civil no siempre encuentra pruebas reales de que esa persona haya cometido un delito. De ahí la necesidad de que el poder judicial revise sus condenas, para evitar el absurdo de tener a un inocente encarcelado.

El otro día, el 29 de septiembre de este año (2010) se me brindó la oportunidad de visitar a ALEJANDRO PEÑA ESCLUSA,  una persona a la que yo conocía con bastante anterioridad.  Un hombre responsable, buen cristiano y buen franciscano, un ejemplar padre de familia. ¿Qué ocurrió? Alguien  colocó en el escritorio donde sus hijas hacen sus tareas escolares, un kilo de explosivo. La policía consideró que tener en casa explosivos era un delito, y la justicia (?) lo condenó a prisión.

La justicia humana yo la respeto, pero ciertamente no es una justicia infalible. Puede cometer errores. Y ciertamente es de estricta justicia revisar y rectificar posibles equivocaciones. Para mí fue una bendición el tiempo que pasé visitando a Alejandro. Sinceramente pienso que es inocente del delito por el que se le ha condenado, y que debería ser puesto en libertad. Yo pido al Señor Dios, un Justo Juez que nunca se equivoca, que mueva a la autoridad judicial a revisar el caso y devolver la libertad a Alejandro. Y quienes lean esta reflexión, si pueden hacer algo por los presos además de visitarlos,  es de agradecerles que muevan los hilos necesarios para que los inocentes dejen de vivir en la cárcel, esclavitud injusta y antifraterna. Todos somos hermanos en Cristo Jesús.

Con la bendición del Señor Jesús, Justo Juez,  este menor hermano.

[Foto APE]¿Quién es y qué ha hecho Alejandro Peña Esclusa?

Conozca su historia personal, su formación, sus advertencias y denuncias; la labor que ha realizado en el Continente, sus planteamientos y propuestas, así como sus publicaciones;  todas razones por las cuales ha sido perseguido vil, ilegal e injustamente. Siga leyendo aquí.

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