¿Tienen solución los problemas consorciales de convivencia?* |
Por JUAN SALINAS BOHIL Por diversas y antiguas razones que no corresponden a esta entrega, cada vez es más notorio el asfixiante apiñamiento de los habitantes en las grandes ciudades. De ahí que la construcción en Propiedad Horizontal alcance, por momentos, niveles extraordinarios, porque además es un mediano reaseguro contra la constante inflación que afecta, fundamentalmente, a los tenedores de bienes de la clase media. Pero ese increíble apelotonamiento humano lleva consigo la creación de nuevos problemas consorciales y el acrecentamiento de los ya conocidos sin que se vislumbren soluciones a mediano plazo. Mientras, los gobernantes no dejan de crear organismos cuya única finalidad -parece- es favorecer el ocultamiento de la gran desocupación encubierta que existe en el país. Situaciones que en barrios de casas bajas pueden parecer inadvertidas, los delgados pisos y las angostas paredes de los departamentos todo lo dejan traslucir. Piénsese que cuanto menos material se emplea, el constructor y los demás integrantes de la cadena de comercialización ganan más. Así están "de moda" la falta de persianas externas que han sido reemplazadas por cortinas enrollables de tela (roller) y las paredes de yeso (Durlock) en reemplazo de las de ladrillo hueco. Si a estas condiciones le agregamos la falta de control por parte de las estructuras gubernamentales y el derrumbe cultural y educativo de grandes sectores de la población, bien podríamos afirmar que los problemas de convivencia en los consorcios son de difícil o imposible solución. Porque, ¿de qué manera se puede hacer callar a un perro cuando sus dueños lo han abandonado en un departamento durante varias horas o por un fin de semana completo? ¿Cómo puede intervenirse para que una rencilla familiar no arribe a la agresión física? ¿Qué puede hacerse cuando un consorcista cree que un domingo a las tres de la tarde es el momento adecuado para tirar abajo una pared de su departamento ¿A quién recurrir cuando la enorme cantidad de padres abandónicos que hay día dejan durante un fin de semana las unidades a cargo de sus hijos adolescentes que rápidamente las convierten en discotecas de puertas abiertas con música a todo volumen e ingesta desenfrenada de alcohol? ¿O cuando las piletas de natación son convertidas por padres y madres con hijos menores en colonias de vacaciones? ¿Qué se puede hacer cuando el vigilador abandona su lugar de trabajo o directamente se dedica a dormitar? Y es mejor que nada de esto ocurra un fin de semana, porque el denunciante deberá esperar hasta lunes para que alguien atienda su reclamo en la Fiscalía, cuando es probable que la molestia ya se haya extinguido. Por supuesto que una cosa es que lo atiendan y otra muy distinta que solucionen el problema; de esa situación los consorcistas tienen gran experiencia. Creemos que una institución creada con gran costo para el bolsillo del contribuyente porteño y que hasta ahora no cuenta con función específica estaría en condiciones de solucionar gran parte de los problemas arriba enunciados. Nos referimos a la Policía Metropolitana. Su sola presencia debería bastar para hacer finalizar ciertas conductas disvaliosas para la sociedad, en este caso, la consorcial, de lo contrario, seguirá siendo como hasta ahora, una policía de vidriera. Como afirmó hace muy poco el actual jefe de Gobierno de esta ciudad: "La seguridad es responsabilidad del gobierno nacional y la Policía Federal, pero la gente nos pide que empecemos a hacer algo". Habría que comenzar. Es tiempo. *Nota aparecida con anterioridad en revista "Reunión de Administradores", del mes de noviembre de 2011 |
domingo, 27 de noviembre de 2011
Problemas consorciales de convivencia.
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