martes, 29 de noviembre de 2011

La Anunciación.



EL CONSENTIMIENTO
DE LA VIRGEN
  
  
“Fue enviado porDios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.  Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».  Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.  Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin».  María respondió al ángel:«¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?»  El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios»”.

Oíste, Virgen, el hecho; oíste el modo también; lo uno y lo otro son cosa maravillosa; lo uno ylo otro son cosa jubilosa.  Gózate,hija de Sión, grita exultante, hija de Jerusalén.  Y pues a tus oídos ha dado el Señor gozo y alegría, oigamosnosotros de tu boca la respuesta de alegría que deseamos, para que con ellaentre la alegría y el gozo en nuestros huesos humillados.  Oíste, vuelvo a decir, el hecho, y lo creíste; cree también lo que oíste acerca del modo.  Oíste que concebirás y darás a luz un hijo, oíste que noserá por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángelaguarda tu respuesta, porque ya es tiempo de que se vuelva al que lo envió.
  
Esperamos tambiénnosotros, Señora, esta palabra de misericordia, nosotros, condenados a muertepor la sentencia divina.  Mira quese pone en tus manos el precio de nuestra salud; inmediatamente seremoslibrados si consientes.  Por lapalabra eterna de Dios fuimos todos criados, y a pesar de ello morimos; peropor tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para no volver a morir.
  
Esto te suplica,piadosa Virgen, el triste Adán, desterrado del paraíso con toda su miserableposteridad.  Esto Abrahán, esto Davidcon todos los santos Padres tuyos, los cuales habitan en la región de la sombrade la muerte; esto mismo te pide el mundo entero postrado a tus pies.  Y no sin motivo aguarda con ansia turespuesta, porque de tu palabra depende el consuelo de los miserables, laredención de los cautivos, la libertad de los condenados, la salud, finalmente,de todos los hijos de Adán, de todo tu linaje.
  
Virgen, da pronto turespuesta.  Señora, respondeaquella palabra que esperan la tierra, el infierno y también los ciudadanos delcielo.  El mismo Rey y Señor detodos, cuanto deseó tu hermosura, tanto desea ahora la respuesta de tuconsentimiento, en la cual, sin duda, se ha propuesto salvar el mundo.  A quien agradaste por tu silencio,agradarás ahora mucho más por tus palabras, pues Él te habla desde el cielodiciendo:“Hermosa entre las mujeres, hazme oír tu voz”.   Si le haces oír tu voz, te hará ver nuestra salud.  ¿Acaso no es esto lo que buscabas, porlo que gemías, por lo que orando día y noche suspirabas?  ¿Qué haces?  ¿Eres tú aquella para quien se guardan estas promesas odebemos esperar a otra?
  
No; no.  Tú misma eres, no otra.  Insisto, tú eres aquella prometida,aquella esperada, aquella deseada, de quien tu santo padre Jacob, estando pormorir, esperaba la vida eterna diciendo: “Tu salud esperaré, Señor”. En quien y por la cual Dios mismo, nuestro Rey, dispuso antes de lossiglos obrar la salud en medio de la tierra.  ¿Por qué esperarás de otra lo que a ti misma te ofrecen?  ¿Por qué aguardarás de otra lo que enseguida se hará por ti, si das tu consentimiento y respondes una palabra?  Responde ya al ángel o, mejor, al Señorpor el ángel; responde una palabra y recibe la Palabra.  Pronuncia la tuya y recibe ladivina.  Emite la transitoria yadmite en ti la eterna.  ¿Por quétardas?,  ¿qué recelas?
  
Cree, di que sí yrecibe.  Cobre aliento ahora tuhumildad, y tu vergüenza, confianza. De ningún modo conviene que tu sencillez virginal se olvide aquí de laprudencia.  Sólo en este negocio notemas, Virgen prudente, la presunción, porque, aunque es agradable la vergüenzaen el silencio, más necesaria ahora es la piedad en las palabras.  Abre el corazón a la fe, Virgenbienaventurada, los labios al consentimiento, las entrañas al Criador.  Mira que el deseado de todas las gentesestá llamando a tu puerta.  ¡Ay si,deteniéndote en abrirle, pasa adelante, y después vuelves con dolor a buscar alamado de tu alma!  ¡Levántate, corre,abre!  ¡Levántate por la fe, correpor la devoción, abre por el consentimiento!

“Heaquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra”

 Siempre suele ser familiar a la graciala virtud de la humildad, pues “Dios resiste a los soberbios y da su graciaa los humildes”.  Responde, pues, humildemente, parapreparar de este modo conveniente trono a la divina gracia.  “He aquí, dice, la esclava delSeñor”.  ¿Qué humildad es esta tan alta que nose deja vencer de las honras ni se engrandece en la gloria?  Es escogida por Madre de Dios, y se dael nombre de esclava.  No espequeña muestra de su humildad no olvidarse de la humildad en medio de tantagloria como le ofrecen.  No es cosagrande ser humilde en el abatimiento, pero es muy grande y muy rara ser humildeen el honor (…)
  
Oigamos, pues, losque somos así, lo que responde aquella Señora que era elegida para Madre deDios, pero que no se olvidaba de su humildad.  “He aquí, dice, la esclava del Señor; hágase en mí según tupalabra”.  Esta palabra, hágase, significa eldeseo que la Virgen tenía de este misterio y no una duda de lo prometido.  Por lo cual, el hágase en mí según tupalabra, debe entenderse más como expresión del afecto de la persona que desea,que como indagación del modo como se realizará el efecto en la persona queduda.  Aunque nada impide quedigamos que es palabra de oración, pues nadie pide orando sino lo que cree yespera.  Quiere Dios que le pidanaun aquello que promete.  Y poreso, acaso, muchas cosas que dispuso dar, las promete primero, para que seexcite la devoción por la promesa; y de tal forma lo mismo que había de dargratuitamente, sea merecido por la oración devota.
  
Así, el piadosoSeñor, que quiere que todos los hombres se salven, saca de nosotros, paranosotros mismos, los méritos, y, anticipándose a darnos aquello con que nosrecompensa, gratuitamente hace que esto no sea de balde.
  
Esto sin dudaentendió la Virgen prudente cuando, al anticipado don de la gratuita promesa,juntó el mérito de su oración diciendo: “Hágase en mí según tu palabra”. Hágase en mí del Verbo, según tu palabra.  El Verbo que en el principio estaba en Dios, hágase carne demi carne según tu palabra.  Hágaseen mí, suplico, la Palabra; no pronunciada, que pase, sino concebida, quepermanezca; vestida ciertamente no de aire, sino de carne.  Hágase en mí no sólo perceptible aloído, sino también visible a los ojos, palpable a las manos, fácil de llevar enmis hombros.  No se haga en mipalabra escrita y muda, sino encarnada y viva; esto es, no escrita en mudoscaracteres, en pieles muertas, sino impresa vitalmente en forma humana en miscastas entrañas, y esto no con el rasgo de una pluma, sino por obra delEspíritu Santo.
  
Para decirlo de unavez, hágase para mí de aquel modo con que para ninguno se ha hecho hasta ahoraantes de mí y para ninguno después de mí se ha de hacer.  “De muchos y varios modos habló Dios enotro tiempo a nuestros padres por sus profetas”, y también se hace mención en las Escriturasde que la Palabra de Dios se hizo para unos en el oído, para otros en la boca,para otros aun en la mano; pero yo pido que para mí se haga en mi seno según tupalabra.  No quiero que se hagapara mí predicada retóricamente, o significada figuradamente, o soñadaimaginariamente, sino inspirada silenciosamente, encarnada personalmente,entrañada corporalmente.  El Verbo,pues, que ni puede hacerse en sí mismo ni lo necesita, dígnese en mí, dígnesetambién para mí ser hecho según tu palabra.  Hágase desde luego generalmente para todo el mundo, perohágase para mí, particularmente, según tu palabra.
    
SanBernardo de Claraval

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