lunes, 22 de noviembre de 2010

Jose Mujica, un presidente cuestionado.

Así no se gobierna
Es triste decirlo, pero a quienes pensaban que José Mujica no era una persona indicada para asumir la presidencia del país, (casi la mitad de la población, no olvidarlo) a cada rato se les presenta un nuevo motivo para decir, más con amargura que con satisfacción revanchista: "qué razón teníamos..."

La última demostración de que aquella reflexión no estaba errada, se refleja en los recientes pormenores y declaraciones en torno al nuevo intento (el tercero) de derogar los efectos de la ley de Caducidad, por medio del engendro "interpretativo", a pesar de que dicha ley ha sido refrendada por la ciudadanía, no en una oportunidad, sino en dos. Podría ser tema para un sainete, esto de que el Canciller diga una cosa, el Secretario de la Presidencia diga la contraria, el Vicepresidente dé una opinión diferente y después el Presidente les saque la alfombra de debajo de los pies a quienes integran su equipo de gobierno, si no fuera que se trata de algo muy preocupante. Algo que viene a sumarse a las otras inquietudes que desvelan a muchos uruguayos, respecto de quién y cómo, se conduce a nuestro país y cuál es realmente el rumbo.
Y cómo no va a ser así, cuando el Presidente lanza una especie de aclaración sobre el debate, a través de un comunicado en la página web (al menos a Mujica no le da por el twitter) oficial, en la que "reafirma apoyo y acatamiento a la decisión de la mayoría expresa del FA". ¿Entonces, José Mujica es el Presidente o no? ¿Dónde está su liderazgo? ¿Acaso no tiene claro su rol? Porque no es un integrante de la bancada que responde por disciplina partidaria, característica de la que sobrados ejemplos tenemos. Desde cuando Astori votó en contra de la ley de asociación de Ancap, cuyo proyecto él mismo había contribuido a elaborar, hasta espectáculos como uno muy reciente. El de la comisión investigadora sobre la actuación de Gonzalo Fernández. A pesar del escándalo que provocó dentro del F.A. su actuación respecto de la ley que terminó favoreciendo a los Peirano, lo que hacía parecer que terminaría colgado de la cruz, al final salió ileso por un compacto respaldo del cuerpo frentista.
Es bien conocido el gran poder de comunicación de Mujica, su capacidad para llegar al alma de su audiencia, su habilidad para dejar contentos a quienes le escuchan, diciéndoles lo que quieren oír con una destreza camaleónica. Rasgo que en la mejor hipótesis, tal vez no se deba a la hipocresía, sino que verdaderamente se consustancia con su público, con sus anhelos, sus demandas o sus pesares, todo lo cual contribuye a esa confusión de pensamiento y a esa contradicción de planteos que lo distinguen y que tanto desconcierto provocan. Y si no, basta recordar sus palabras de generosidad para con los viejos de más de 70 años, (también a los acusados de crímenes de la época del gobierno militar) diciendo que no deberían estar en la prisión, o su discurso a las Fuerzas Armadas, lejano ya en el tiempo, por cierto, en el que emotivamente los convocaba a un futuro sin reproches. O su promesa de no agrandar al Estado con más burocracia y funcionarios o la legendaria oratoria en el Conrad, hablándoles a los empresarios, mayoría argentinos, sobre que esta nación los invitaba a vivir, a invertir, que no se pondrían más impuestos.
El 11 de setiembre pasado escribimos en este mismo espacio, Corsi et Ricorsi, un editorial que comenzaba así. Confundir para gobernar o gobernar y confundir. La interrogante permanece, pero se agiganta al tener la impresión de que el primer confundido es el Primer Mandatario. No es posible que lo suyo sea creer que tiene que responder al grito de sus huestes. Después de haber sido electo como Presidente de todos los uruguayos, le está prohibida la acción partidaria, lo mismo que cualquier miembro del gobierno, pero en su posición la responsabilidad es superlativa. Tal como se desprende de la mismísima Constitución de la República, en el artículo 77, numeral 5. Y tampoco es de recibo, ni tranquilizador, escucharle decir como hace unos días, en tono de resignada impotencia "que no puede hacer nada, que no lo dejan".
De esta manera no se capitanea el buque.
Editorial El País Digital

No hay comentarios:

Publicar un comentario