lunes, 22 de noviembre de 2010

Un Castro cinico y mentiroso.

El mayor cínico de la historia

En la historia de la humanidad han existido grandes mentirosos, personajes que han protagonizado acontecimientos sociales a expensas de trucos y engaños, de prometer con su liderazgo el cumplimiento de programas revolucionarios que ni remotamente pensaron cumplir, personajes que han estafado la conciencia social para conseguir sus fines de poder y gloria.


Por Ismael Sambra

A estos hombres José Martí los llamó “arteros envenenadores”. En mayo de 1894, alertaba a su amigo Fermín Valdés Domínguez, en una carta escrita desde Nueva York: “Dos peligros tiene la idea socialista como tantas otras: -el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, -y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados.”

El comunismo, al igual que el naci-fascismo, a través de sus doctrinas de terror y exterminio arrastraron a muchos incautos, a muchos envidiosos, a muchos enfermizos lacayos tras sus enunciados, entre éstos el de crear el “hombre nuevo” (comunista) o el “hombre superior” (naci-fascista) y son demasiadas las coincidencias. Muchos se sintieron después avergonzados y pidieron perdón a la humanidad por apoyar tan nefastas doctrinas, con la excusa de que no conocían los verdaderos propósitos de sus líderes, de que fueron engañados por éstos, por sus discursos y promesas de bienestar para la humanidad. Pero otros aún persisten en lo mismo con nuevos disfraces y quieren que olvidemos sus crímenes.

Pero es que han visto que históricamente el truco les funcionó a personajes que como Hitler y Lenin arrastraron a las masas siempre olvidadizas o ignorantes hacia las desgracias que producen estos depredadores morales de la sociedad. Increíblemente muchos vuelven a confiar y a apoyar a estos personajes que imitan o tratan de imitar a sus maestros históricos, mezclando estridencias y escándalos políticos con carisma y discursos oníricos o utópicos. La mayoría de ellos nunca mostraron en sus inicios la verdadera cara, el verdadero objetivo o super-objetivo. Y cuando algunos seguidores reaccionaron frente al engaño, ya fue demasiado tarde y pagaron con cárcel, destierro o muerte la equivocación.

El más reciente ejemplo, es el Hugo Chávez de Venezuela, que ya llueve sobre mojado, y todavía encuentra seguidores, esos que esperan la llegada al poder de personajes como él para descargar su envidia y su odio contra la propiedad privada, contra los que realmente aportan a la economía y al desarrollo, pues dan de sí lo que tienen (talento, voluntad y trabajo) en lugar de esperar que el gobierno les dé como limosna lo que les quita a otros. Este cínico discípulo trasnochado del gran cínico Fidel Castro, arremete contra toda armónica relación y contra los propios venezolanos que le dieron ingenuamente su voto en las urnas. Y ya es quizás demasiado tarde para eliminar el cálculo maquiavélico que inspiró en estos engendros la pericia y astucia para que fuesen amados por unos, odiados por otros y temidos por todos hasta el día de su muerte, pues juran que sólo la muerte los separaría del poder conquistado y mantenido a sangre y fuego.

Todavía podemos recordar las promesas y los trucos de Fidel Castro que le sirvieron para llegar y luego consolidar su poder en Cuba por casi cincuenta años. Los seguidores que descubrieron sus artimañas desde el principio y se rebelaron, fueron eliminados por él y por el fanatismo del pueblo profesado al supuesto “líder revolucionario” que los llevaría a la distribución equitativa de las riquezas, a la justicia social y a la prosperidad. Con la mayor frialdad del mundo estos líderes orquestan sus mentiras de tal manera que resultan convincentes y difíciles de desenmascarar.

Recordamos las palabras de Fidel Castro en el juicio al comandante Huber Matos, segundo hombre de la revolución cubana, condenado a 20 años de prisión por desenmascarar las intenciones comunistas y dictatoriales del líder de la revolución cubana.

“... y yo creo que debemos discutir aquí esa cuestión ideológica, debemos agarrar por los cuernos aquí el truquito del comunismo, el truquito que han inventado, es el fantasma a que han acudido y donde han acudido de manera especial en este juicio para hacerle el juego a los enemigos de la revolución cubana y vamos aquí a desenmascarar el argumento, porque basta ya, que es una postura muy cómoda venir a pararse aquí a acusar de comunista a la revolución...”
Y luego, más adelante en estas mismas declaraciones contra Huber Matos, con gran cinismo, Castro agregó: “¿Y después qué explicación le daba yo al pueblo? ¿Cuándo me ha visto nadie a mí mentirle al pueblo? (...) ¿Quién ha visto que el estilo de nuestro gobierno sea un estilo de secreto para el pueblo?” Estas expresiones indignan, porque conocemos lo que hizo después.
Recientemente la prestigiosa revista especializada Forbes, dedicada a temas económicos y financieros incluyó a Fidel Castro en el séptimo lugar de la lista de los diez mandatarios más ricos del mundo, con una fortuna estimada en 900 millones de dólares. Entonces Castro se quejó públicamente y amenazó con renunciar al gobierno si se demostraba que tenía un solo dólar en su cuenta. ¿Podemos creer en este cínico que ha gobernado durante casi cincuenta años a base de engaños y mentiras? Prometió elecciones pluripartidistas y jamás ha cumplido. Prometió “una revolución cubanísima como las palmas” y luego se declaró comunista.
Recordemos la entrevista que le hizo el periodista católico José Ignacio Rasco en abril de 1959 en la cual Fidel Castro expresó:

"No soy comunista por tres razones, y te lo digo para tu tranquilidad espiritual.
Primero, porque el comunismo es la dictadura de una sola clase y yo he luchado toda mi vida contra las dictaduras y no voy a caer en una dictadura del proletariado.

La segunda razón, porque el comunismo significa odio y luchas de clases y yo estoy en contra completamente de esa filosofía.
Y la tercera porque el comunismo lucha contra Dios y la iglesia..."

Por la falta de ética patentizada en éstas y otras reiteradas acciones y expresiones, he catalogado a Fidel Castro como “el mayor cínico de la historia” en mi libro-ensayo El único José Martí, principal opositor a Fidel Castro.

La revista Forbes reafirmó nuevamente sus argumentos. "No me sorprende su reacción", dijo la reportera, él "no quiere que los cubanos sepan esto". Pero ni siquiera podemos creerle de que cumplirá su promesa de renunciar al poder. En realidad si hubiera tenido un mínimo de vergüenza debió haber renunciado en el año 1970 cuando paralizó el país y prometió contra todos los pronósticos hacer una zafra azucarera de diez millones de toneladas de azúcar y sólo produjo ocho; pero entonces declaró con el mayor cinismo: “Vamos a convertir el revés en victoria” para después destruir poco a poco la tradicional industria de la economía cubana; o en el año 1980 cuando se produjo un masivo rechazo a su régimen con el más grande éxodo humano a través del mar que recuerda la historia; pero entonces creó sus brigadas de represión comunista para perseguir, reprimir y torturar a los que disienten. Cuando vemos surgir nuevamente en América estos engendros pervertidos que nos imponen férreas dictaduras con disfraces de revolución, avizoramos nuevos peligros para la libertad de los pueblos.

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