VENEZUELA
Por Miguel Urbano Rodrígues
A finales de noviembre e inicios de diciembre, invitado por el Ministerio de Cultura de Venezuela, participé en el VI Foro Internacional de Filosofía de Maracaibo, que se desarrolló a lo largo de los 23 estados del país y cuya sesión de clausura se realizó en Caracas.
EL título del evento puede confundir porque muchos de los participantes (la mitad de ellos venezolanos) y de los extranjeros, llegados de casi treinta países de America, Asia, África y Europa, eran sociólogos, historiadores y escritores.
No fueron presentadas ponencias. El foro promovió debates en cuatro mesas sobre el tema central del encuentro: Estado, revolución y construcción de hegemonía.
Todo fue atípico en una iniciativa que reunió intelectuales con formaciones muy diferentes que encaran las transformaciones de la sociedad, las rupturas revolucionarias y el socialismo como alternativa al capitalismo bajo perspectivas no coincidentes.
El Foro, dedicado a Frantz Fanon, abrió com una conferencia de García Linera, el vice-presidente de Bolivia, y cerró con la aprobación de una Declaración final en una sesión presidida por el ministro de Relaciones Exteriores.
A los participantes extranjeros fue ofrecida la oportunidad de visitar, en equipos de dos, las capitales de los estados de la República donde pronunciarían conferencias sobre el tema general del Foro y convivirían con colectivos de consejos comunales.
AL margen del programa para mí fue gratificante reencontrar amigos de América Latina que no veía hacia años.
Registré con satisfacción la apertura a todos los rumbos en el terreno de las ideas de los organizadores y organizadoras a la crítica constructiva de facetas del proceso revolucionario venezolano. Carmen Bohorquez, que fue la organizadora principal del Foro, en representación del Ministerio de Cultura, no dudó en decirme que para la Venezuela bolivariana era más útil la reflexión crítica de los amigos con ella solidarios que la apología incondicional del proceso.
LA UTOPIA Del HOMBRE NUEVO
Revolución joven, La venezolana, empeñada en la construcción de una sociedad de bienestar colectivo, libre de la explotación del ser humano, retoma el mito de la revolución perfecta como resultado deseable y posible de la caminata hacia un socialismo de nuevo tipo.
No me sorprendió por eso el énfasis colocado en múltiples intervenciones en la creación del hombre nuevo, hijo de la revolución, el ciudadano despojado de los vicios que en las sociedades capitalistas transforman a los trabajadores en instrumentos pasivos del sistema de opresión y los robotizan progresivamente.
Se habló mucho, naturalmente, del Che Guevara como paradigma del revolucionario ideal, fuente de inspiración del llamado Socialismo del siglo XXI.
Para los que así piensan será el hombre nuevo, que surgiría, el agente de la transformación social, el motor de la construcción del socialismo.
Predomina la tendencia a olvidar importantes lecciones de la historia. Se olvida que en Rusia, desagregada de la Unión Soviética, con la reimplantación del capitalismo reaparecieron de repente millones de hombres viejos. Lo mismo ocurrió en los países de Europa Oriental, de Estonia a Rumanía. De modo similar, en Cuba, como recordara Fidel, la amenaza mayor a la Revolución viene del interior y no de afuera, a pesar de la agresividad imperialista. Porque en el tejido social reaparece también allí el hombre viejo. Se olvida que la toma del poder por un partido revolucionario y la sustitución del modo de producción capitalista por el socialista no destruye la cultura de la burguesía cuyas semientes hibernan como superestructura. Se olvida que el hombre como ser social ha cambiado muy poco desde la Grecia de Pericles, a pesar de la diversidad de las culturas y de las prodigiosas conquistas de la ciencia y de la técnica.
Los paladines del hombre nuevo, que sería forjado en la transición, invierten el movimiento de la Historia. Imaginan un ser que no existe. El hombre nuevo solamente puede hacerse realidad después de la erradicación del planeta del capitalismo y del imperialismo.
La creación del poder comunal en Venezuela es muy positiva. El gobierno incentiva las comunas. En los medios rurales y en muchos estados las ciudades comunitarias se desarrollan en una atmósfera humanizada. Pero es romántica la convicción de que el sistema puede alcanzar todo el país, alterando fundamentalmente el comportamiento de la población. En Caracas y en grandes metrópolis como Maracaibo, Valencia y otras, el espíritu comunitario sería contaminado por el contacto cotidiano con los trituradores y enraizados engranajes capitalistas.
LA VIA INSTITUCIONAL
La conferencia de García Linera, en la inauguración del Foro, fue, por el mensaje transmitido, un intento por demostrar la viabilidad de la transición al socialismo por la vía institucional.
El vice-presidente de Bolivia es un orador excepcional con un poder de comunicación poco común. Fue aclamado con entusiasmo por la gran mayoría de los cientos de personas que lo oyeron en el anfiteatro del Centro de Arte de Maracaibo.
Recurriendo en el preámbulo a una definición de Estado incompatible con las de Marx y Lenin (en él incluí la música, la literatura y otros frentes de la cultura) pasó a historiar fases de la revolución en Bolivia y de su avance en una lucha permanente contra la oligarquía y el imperialismo estadounidense, marcada por contradicciones inseparables de la superación de cada confrontación.
Sin subestimar los obstáculos a superar y la amenaza exterior, afirmó que la conquista del poder político en un Estado capitalista puede ser decisiva para la transformación radical de la sociedad capitalista rumbo al socialismo.
Al final se declaró bolchevique, pero su brillante discurso, marcado por concesiones al indigenismo, no fue el de un comunista. Citó mucho a Marx, pero en sus referencias a Lenin traicionó su pensamiento, en particular en la acotación al Comunismo de Guerra. Para él la palabra socialismo es irrelevante; quien no lo aprecia puede llamarlo «comunitarismo» o gobierno del «buen vivir» al sistema alternativo al capitalismo.
La adhesión a la tesis central de Linera por parte de los venezolanos es comprensible. Los ideólogos de la Revolución Bolivariana y el Presidente Chávez optaron por la vía institucional como camino hacia el socialismo. La amplia divulgación que tienen en Caracas los libros de Enrique Dussell, un filósofo hegeliano argentino que defiende la convergencia de la «democracia participativa com la democracia representativa», es esclarecedora de la convicción de que Venezuela puede construir el socialismo por la vía institucional, también llamada vía pacífica, a través de sucesivas etapas en choque con la antigua clase dominante.
La confusión empieza en el uso abusivo de la palabra democracia. En la Unión Europea las democracias burguesas son en realidad dictaduras de la burguesía de fachada democrática. En los Estados Unidos toma forma una sociedad monstruosa que robotiza al hombre transformándolo en un ser pasivo, inofensivo para el sistema.
En conversación con cuadros del PSUV les recordé que la historia no presenta un solo ejemplo que confirme la viabilidad de la vía institucional para el socialismo. El caso de Chile es, entre otros, el más rico de los aprendizajes. El resultado fue sangriento. La burguesía no es definitivamente derrotada sin una confrontación final, violenta, con las fuerzas que apoyan el poder político revolucionario.
El SOCIALISMO DEL SIGLO XXI
Fue Chávez quien divulgó la expresión Socialismo del siglo XXI en discurso pronunciado el 25 de febrero de 2005[i].
El Presidente venezolano no es marxista y con ese neologismo pretendía incentivar el debate orientado a la creación de un «socialismo humanista». Según él, la transformación económica funcionará como agente de la democracia participativa en la asunción de una ética socialista «basada en el amor, la solidaridad y la igualdad entre los hombres y las mujeres, entre todos y todas». El carácter utópico de la tesis trasluce de la reivindicación de la originalidad de la «creación heroica» que identifica en el deseado «socialismo bolivariano, cristiano, robinsoniano, indo-americano».
En la práctica, para su ejecución, el proyecto exige la extinción del Estado que delegaría a ritmos acelerados muchas de sus funciones sociales en el poder popular a medida que la propiedad social adquiriera un papel protagónico, substituyendo a la estatal y a la privada.
La contradicción en el discurso oficial es patente porque en el contexto venezolano las ciudades comunitarias y el poder comunal solamente pudieran surgir por decisión de un Estado fuerte. Sin su apoyo serían rápidamente destruidas.
Imaginando la travesía hacia el socialismo del futuro tal como lo conciben, los ministros y dirigentes del PSUV invocan mucho a Marx y a la necesidad de conquistar la hegemonía en términos gramscianos. Chávez afirma que «la mente y el corazón» se adquieren en la práctica, ayudando a los trabajadores explotados a entender el proyecto revolucionario.
Pero los gramscianos venezolanos no toman en cuenta lo fundamental del pensamiento del gran comunista italiano; y de la obra del genial autor de «El Capital», muy citado, utilizan sobre todo textos del joven Marx que recalcan en el papel del individuo y de la desaparición gradual del Estado en las sociedades en que, desaparecidas las clases sociales, este sería innecesario.
Lenin, además, es prácticamente olvidado por esos intelectuales. Lo citan solo para distanciarse de su concepción del Partido Comunista y exorcizar el centralismo democrático. La aceptación de tesis anarquistas aflora a veces en la apología del Socialismo del siglo XXI que tendría mucho de una autogestión ejemplar.
Muchos de los cuadros dirigentes de la Revolución Bolivariana en su crítica demoledora a la Unión soviética satanizan a los partidos comunistas revolucionarios y asumen una posición anticomunista no concientizada.
EL denominador común en ese discurso sobre la superioridad y el carácter innovador del Socialismo del siglo XXI es la convicción profunda de que la vía institucional adoptada por la Venezuela Bolivariana en la transición hacia el socialismo es la única correcta en el actual contexto histórico. EL Socialismo del siglo XXI sería así una fuente de inspiración para las experiencias revolucionarias en curso en América Latina.
En la practica niegan el socialismo científico, la socialización por el Estado de los medios de producción y la planificación central.
Hugo Chávez, cuando se recuerda el trágico final de la vía pacífica para el socialismo en Chile, argumenta que la Unidad Popular intentó llevar adelante una revolución desarmada mientras que la venezolana es una revolución armada, apoyada por la gran mayoría de las Fuerzas Armadas. Subestima el significado del golpe militar de 2002, patrocinado por el imperialismo estadounidense, y reafirma que las instituciones creadas por la burguesía para servir los objetivos del capitalismo pueden ser transformadas de modo tal que funcionen al servicio de los trabajadores en tanto sujetos de la transición hacia el socialismo.
Independientemente de lo que se piense de la Revolución, de sus opciones y de su rumbo, el proceso en curso es apasionante.
Una certeza: sin Hugo Chávez, la revolución difícilmente podría sobrevivir. Depende excesivamente del líder carismático que la hizo posible. Su veta populista y lo imprevisible de sus decisiones no apagan la evidencia: Venezuela Bolivariana es hoy la vanguardia revolucionaria de América Latina.
Ampliar la solidaridad con la patria de Bolívar es, por lo tanto, deber de todos los hombres y las mujeres progresistas en Europa, Asia, África y en América. Ellos están luchando por la humanidad.
Vila Nova de Gaia, 12 de diciembre de 2011 /
Traduccion de MARLA MUÑOZ
Por Miguel Urbano Rodrígues
A finales de noviembre e inicios de diciembre, invitado por el Ministerio de Cultura de Venezuela, participé en el VI Foro Internacional de Filosofía de Maracaibo, que se desarrolló a lo largo de los 23 estados del país y cuya sesión de clausura se realizó en Caracas.
EL título del evento puede confundir porque muchos de los participantes (la mitad de ellos venezolanos) y de los extranjeros, llegados de casi treinta países de America, Asia, África y Europa, eran sociólogos, historiadores y escritores.
No fueron presentadas ponencias. El foro promovió debates en cuatro mesas sobre el tema central del encuentro: Estado, revolución y construcción de hegemonía.
Todo fue atípico en una iniciativa que reunió intelectuales con formaciones muy diferentes que encaran las transformaciones de la sociedad, las rupturas revolucionarias y el socialismo como alternativa al capitalismo bajo perspectivas no coincidentes.
El Foro, dedicado a Frantz Fanon, abrió com una conferencia de García Linera, el vice-presidente de Bolivia, y cerró con la aprobación de una Declaración final en una sesión presidida por el ministro de Relaciones Exteriores.
A los participantes extranjeros fue ofrecida la oportunidad de visitar, en equipos de dos, las capitales de los estados de la República donde pronunciarían conferencias sobre el tema general del Foro y convivirían con colectivos de consejos comunales.
AL margen del programa para mí fue gratificante reencontrar amigos de América Latina que no veía hacia años.
Registré con satisfacción la apertura a todos los rumbos en el terreno de las ideas de los organizadores y organizadoras a la crítica constructiva de facetas del proceso revolucionario venezolano. Carmen Bohorquez, que fue la organizadora principal del Foro, en representación del Ministerio de Cultura, no dudó en decirme que para la Venezuela bolivariana era más útil la reflexión crítica de los amigos con ella solidarios que la apología incondicional del proceso.
LA UTOPIA Del HOMBRE NUEVO
Revolución joven, La venezolana, empeñada en la construcción de una sociedad de bienestar colectivo, libre de la explotación del ser humano, retoma el mito de la revolución perfecta como resultado deseable y posible de la caminata hacia un socialismo de nuevo tipo.
No me sorprendió por eso el énfasis colocado en múltiples intervenciones en la creación del hombre nuevo, hijo de la revolución, el ciudadano despojado de los vicios que en las sociedades capitalistas transforman a los trabajadores en instrumentos pasivos del sistema de opresión y los robotizan progresivamente.
Se habló mucho, naturalmente, del Che Guevara como paradigma del revolucionario ideal, fuente de inspiración del llamado Socialismo del siglo XXI.
Para los que así piensan será el hombre nuevo, que surgiría, el agente de la transformación social, el motor de la construcción del socialismo.
Predomina la tendencia a olvidar importantes lecciones de la historia. Se olvida que en Rusia, desagregada de la Unión Soviética, con la reimplantación del capitalismo reaparecieron de repente millones de hombres viejos. Lo mismo ocurrió en los países de Europa Oriental, de Estonia a Rumanía. De modo similar, en Cuba, como recordara Fidel, la amenaza mayor a la Revolución viene del interior y no de afuera, a pesar de la agresividad imperialista. Porque en el tejido social reaparece también allí el hombre viejo. Se olvida que la toma del poder por un partido revolucionario y la sustitución del modo de producción capitalista por el socialista no destruye la cultura de la burguesía cuyas semientes hibernan como superestructura. Se olvida que el hombre como ser social ha cambiado muy poco desde la Grecia de Pericles, a pesar de la diversidad de las culturas y de las prodigiosas conquistas de la ciencia y de la técnica.
Los paladines del hombre nuevo, que sería forjado en la transición, invierten el movimiento de la Historia. Imaginan un ser que no existe. El hombre nuevo solamente puede hacerse realidad después de la erradicación del planeta del capitalismo y del imperialismo.
La creación del poder comunal en Venezuela es muy positiva. El gobierno incentiva las comunas. En los medios rurales y en muchos estados las ciudades comunitarias se desarrollan en una atmósfera humanizada. Pero es romántica la convicción de que el sistema puede alcanzar todo el país, alterando fundamentalmente el comportamiento de la población. En Caracas y en grandes metrópolis como Maracaibo, Valencia y otras, el espíritu comunitario sería contaminado por el contacto cotidiano con los trituradores y enraizados engranajes capitalistas.
LA VIA INSTITUCIONAL
La conferencia de García Linera, en la inauguración del Foro, fue, por el mensaje transmitido, un intento por demostrar la viabilidad de la transición al socialismo por la vía institucional.
El vice-presidente de Bolivia es un orador excepcional con un poder de comunicación poco común. Fue aclamado con entusiasmo por la gran mayoría de los cientos de personas que lo oyeron en el anfiteatro del Centro de Arte de Maracaibo.
Recurriendo en el preámbulo a una definición de Estado incompatible con las de Marx y Lenin (en él incluí la música, la literatura y otros frentes de la cultura) pasó a historiar fases de la revolución en Bolivia y de su avance en una lucha permanente contra la oligarquía y el imperialismo estadounidense, marcada por contradicciones inseparables de la superación de cada confrontación.
Sin subestimar los obstáculos a superar y la amenaza exterior, afirmó que la conquista del poder político en un Estado capitalista puede ser decisiva para la transformación radical de la sociedad capitalista rumbo al socialismo.
Al final se declaró bolchevique, pero su brillante discurso, marcado por concesiones al indigenismo, no fue el de un comunista. Citó mucho a Marx, pero en sus referencias a Lenin traicionó su pensamiento, en particular en la acotación al Comunismo de Guerra. Para él la palabra socialismo es irrelevante; quien no lo aprecia puede llamarlo «comunitarismo» o gobierno del «buen vivir» al sistema alternativo al capitalismo.
La adhesión a la tesis central de Linera por parte de los venezolanos es comprensible. Los ideólogos de la Revolución Bolivariana y el Presidente Chávez optaron por la vía institucional como camino hacia el socialismo. La amplia divulgación que tienen en Caracas los libros de Enrique Dussell, un filósofo hegeliano argentino que defiende la convergencia de la «democracia participativa com la democracia representativa», es esclarecedora de la convicción de que Venezuela puede construir el socialismo por la vía institucional, también llamada vía pacífica, a través de sucesivas etapas en choque con la antigua clase dominante.
La confusión empieza en el uso abusivo de la palabra democracia. En la Unión Europea las democracias burguesas son en realidad dictaduras de la burguesía de fachada democrática. En los Estados Unidos toma forma una sociedad monstruosa que robotiza al hombre transformándolo en un ser pasivo, inofensivo para el sistema.
En conversación con cuadros del PSUV les recordé que la historia no presenta un solo ejemplo que confirme la viabilidad de la vía institucional para el socialismo. El caso de Chile es, entre otros, el más rico de los aprendizajes. El resultado fue sangriento. La burguesía no es definitivamente derrotada sin una confrontación final, violenta, con las fuerzas que apoyan el poder político revolucionario.
El SOCIALISMO DEL SIGLO XXI
Fue Chávez quien divulgó la expresión Socialismo del siglo XXI en discurso pronunciado el 25 de febrero de 2005[i].
El Presidente venezolano no es marxista y con ese neologismo pretendía incentivar el debate orientado a la creación de un «socialismo humanista». Según él, la transformación económica funcionará como agente de la democracia participativa en la asunción de una ética socialista «basada en el amor, la solidaridad y la igualdad entre los hombres y las mujeres, entre todos y todas». El carácter utópico de la tesis trasluce de la reivindicación de la originalidad de la «creación heroica» que identifica en el deseado «socialismo bolivariano, cristiano, robinsoniano, indo-americano».
En la práctica, para su ejecución, el proyecto exige la extinción del Estado que delegaría a ritmos acelerados muchas de sus funciones sociales en el poder popular a medida que la propiedad social adquiriera un papel protagónico, substituyendo a la estatal y a la privada.
La contradicción en el discurso oficial es patente porque en el contexto venezolano las ciudades comunitarias y el poder comunal solamente pudieran surgir por decisión de un Estado fuerte. Sin su apoyo serían rápidamente destruidas.
Imaginando la travesía hacia el socialismo del futuro tal como lo conciben, los ministros y dirigentes del PSUV invocan mucho a Marx y a la necesidad de conquistar la hegemonía en términos gramscianos. Chávez afirma que «la mente y el corazón» se adquieren en la práctica, ayudando a los trabajadores explotados a entender el proyecto revolucionario.
Pero los gramscianos venezolanos no toman en cuenta lo fundamental del pensamiento del gran comunista italiano; y de la obra del genial autor de «El Capital», muy citado, utilizan sobre todo textos del joven Marx que recalcan en el papel del individuo y de la desaparición gradual del Estado en las sociedades en que, desaparecidas las clases sociales, este sería innecesario.
Lenin, además, es prácticamente olvidado por esos intelectuales. Lo citan solo para distanciarse de su concepción del Partido Comunista y exorcizar el centralismo democrático. La aceptación de tesis anarquistas aflora a veces en la apología del Socialismo del siglo XXI que tendría mucho de una autogestión ejemplar.
Muchos de los cuadros dirigentes de la Revolución Bolivariana en su crítica demoledora a la Unión soviética satanizan a los partidos comunistas revolucionarios y asumen una posición anticomunista no concientizada.
EL denominador común en ese discurso sobre la superioridad y el carácter innovador del Socialismo del siglo XXI es la convicción profunda de que la vía institucional adoptada por la Venezuela Bolivariana en la transición hacia el socialismo es la única correcta en el actual contexto histórico. EL Socialismo del siglo XXI sería así una fuente de inspiración para las experiencias revolucionarias en curso en América Latina.
En la practica niegan el socialismo científico, la socialización por el Estado de los medios de producción y la planificación central.
Hugo Chávez, cuando se recuerda el trágico final de la vía pacífica para el socialismo en Chile, argumenta que la Unidad Popular intentó llevar adelante una revolución desarmada mientras que la venezolana es una revolución armada, apoyada por la gran mayoría de las Fuerzas Armadas. Subestima el significado del golpe militar de 2002, patrocinado por el imperialismo estadounidense, y reafirma que las instituciones creadas por la burguesía para servir los objetivos del capitalismo pueden ser transformadas de modo tal que funcionen al servicio de los trabajadores en tanto sujetos de la transición hacia el socialismo.
Independientemente de lo que se piense de la Revolución, de sus opciones y de su rumbo, el proceso en curso es apasionante.
Una certeza: sin Hugo Chávez, la revolución difícilmente podría sobrevivir. Depende excesivamente del líder carismático que la hizo posible. Su veta populista y lo imprevisible de sus decisiones no apagan la evidencia: Venezuela Bolivariana es hoy la vanguardia revolucionaria de América Latina.
Ampliar la solidaridad con la patria de Bolívar es, por lo tanto, deber de todos los hombres y las mujeres progresistas en Europa, Asia, África y en América. Ellos están luchando por la humanidad.
Vila Nova de Gaia, 12 de diciembre de 2011 /
Traduccion de MARLA MUÑOZ
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