domingo, 7 de noviembre de 2010

Circo Chavez.

Las razones de Chávez Abarca
1ro NOVIEMBRE 2010
Francisco Chávez Abarca
Por: Alfredo Tarre Vivas
Cualquiera que haya venido siguiendo el caso del “terrorista” Chávez Abarca, tiene que haber sentido más de una vezvez una especie de divertida indignación. La indignación no es difícil de explicar: hay un hombre preso que todo el mundo sabe que es inocente de los cargos que se le acusa. Me refiero, obviamente, a Alejandro Peña Esclusa. La diversión no es tan obvia. Viene de la mediocridad del circo que se ha montado, de la transparencia de la farsa, de la manifiesta estupidez. Estoy seguro de que más de uno debe haber pensado: “¿Esto es lo mejor que pudo hacer la inteligencia cubana? ¿Esto es lo que queda del aparato propagandístico de Stalin?”
Ya Alejandro Tarre escribió un texto citando una serie de incongruencias que pudimos ver todos en la versión bolivariana del show. Las risibles imágenes de las cámaras de seguridad en el aeropuerto en las que Chávez Abarca posaba para el gran público, la farsa del interrogatorio en la que el peligrosísimo terrorista chocaba cinco con los funcionarios a los que había venido a matar, el insignificante detalle de que se va de Maiquetía en una avioneta de hélice y llega a La Habana en un jet, etc. Pero Alejandro se quedó corto. Se lo dije en su momento y me ignoró.
Por ejemplo, el Granma, la voz oficial del castrismo, no publicó en ningún momento que el “terrorista” había sido extraditado. Hablaron de la captura, pero hasta hace dos semanas, guardaron silencio acerca del traslado del prisionero a la isla. Los invito a revisar los archivos del diario. Otra cosa: a pesar de que el supuesto inculpado, Peña Esclusa, se enteró días antes de la captura de su “complice,” no se le ocurrió mejor cosa que esconder los explosivo en el cuarto de su hija, seguro que ahí nadie iba a revisar.
Además, existía supuestamente una orden de captura emitida por Interpol. Yo busqué en todas las páginas de dicha agencia, mundiales y regionales, y Chávez Abarca no aparece por ninguna parte ni como buscado ni en la sección de noticias en las que se le notifica al mundo qué fugitivos han sido capturados. No sólo eso, todo el que haya visto las imágenes de la extradición habrá notado que la agencia brilló por su ausencia. Si vemos imágenes de otros traslados de prisioneros en los que Interpol tuvo algo que ver, veremos que los prisioneros llevan un chaleco con las muy visibles siglas: INTERPOL. Chávez Abarca sale de Maiquetía disfrazado de soldadito de Lego, escoltado por unos cuantos G.I. Joe venezolanos o cubanos. Difícil distinguir.
Pero mi parte preferida de esta versión low budget de lo que sería la producción cubana es cuando el ministro del Interior, haciendo de maestro de ceremonias, da inicio al espectáculo desde un podio en el medio de la pista en Maiquetía, con estas palabras: “Bien, entonces vamos a dar inicio al acto de deportación del terrorista Francisco Chávez Abarca. Adelante.” Acto seguido, la cámara gira a la derecha y comienza el desfile.
¿Pudo alguien pensar que esto iba a calar?
Hace unas semanas Cuba nos regaló la segunda mitad de la película y se llama “Las razones de Cuba.” Es un documental al estilo de (se me) “Ocurrió Así”. Lo recomiendo fervorosamente. No tiene desperdicio. El que no rompió en carcajadas con la mitad venezolana, no podrá aguantarse con la mitad isleña. En el contexto típico de satanización del imperio yanqui al que todos los venezolanos estamos acostumbrados, vemos a un Chávez Abarca sereno, sentado en lo que parece ser una oficina, sin esposas, con ropa limpia y una expresión constante del más sincero arrepentimiento. Cuenta detalladamente cómo realizó los atentados, de quién recibió las órdenes, cómo entró en contacto con los cabecillas, demuestra ser un erudito sobre el exilio cubano en Miami (su historia, sus nexos, sus métodos, precios, conflictos internos, etc. Curiosamente, sus datos no contradicen jamás la versión oficial de la dictadura de Castro) y, para deleite de los espectadores, lo vemos volver al lugar de los hechos y actuar como si estuviera poniendo las bombas otra vez. No estoy jodiendo, es así. ¿Se imaginan que los gringos agarren finalmente a Bin Laden y la CIA nos prepare un reality show como éste con el jefe de Al Qaeda? Qué grande.
En fin, vemos al “panzón” colocar los explosivos en el baño del Melia, lo vemos caminar por los jardines de otro hotel en el que colocó una de las bombas que no explotó, vemos a niños jugando con la bomba de juguete como supuestamente lo hicieron cuando ocurrieron los hechos en 1997. Todo muy cargado de emoción, de suspenso, pero sobre todo, de la más grotesca cursilería. No queda rastro del “terrorista” interrogado en Venezuela, el que decía con orgullo que le iban a pagar lo que él quisiera. Es más, en un momento particularmente emocional, Chávez Abarca revela que los criminales que lo contrataron le pagaban unos dosmil dólares por bomba que explotara. ¡Dos mil! Este hombre, según todas las fuentes, tenía una red de robo de vehículos. ¿Debemos creer que le iba tan mal que sin tener ninguna convicción ideológica se iba a volver terrorista, que iba a arriesgar su vida por unos miseros dosmil dólares?
El momento clímax del documental es cuando de la nada al escritor del guión se le ocurrió meter el tema del dengue en Centro América. Aunque le he dado vueltas al asunto, no puedo ver cómo llegó ahí ni cómo no pudo pensar en otra cosa. La intención es clara, quieren mostrar el lado humano del “asesino” y una vez más insistir en el sobrenatural talento de los galenos cubanos. Resulta que la hija menor de Chávez Abarca se enferma de dengue. bañado en lágrimas -y aclaro que no es una metáfora, pues no tiene un punto seco en la cara- el “terrorista” nos relata como fue una médico cubana la que le salvó la vida a la niña. “Una cubana” exclama, viendo al cielo como pidiéndole excusas al Señor.
La intención de los cubanos parece clara. Chávez Abarca no fue sólo un instrumento de Chávez para encerrar a Peña Esclusa, es también el “testigo estrella” contra el terrorista Posada Carriles. ¿Creen los cubanos que lo que no lograron con buenos argumentos (el hombre fue juzgado culpable por volar un avión con 74 personas adentro) lo van a lograr con este mediocre reality show? La senilidad del castrismo es evidente.
Ya terminada esta nota, el destino nos regala una post data. El gobierno de Venezuela le parece absurdo darle importancia a la confesión de dos etarras en España. No se le debe dar credibilidad a lo que declaran esos “asesinos,” es el argumento del gobierno. Entonces, ¿por qué está preso Peña Esclusa? ¿Por qué vamos a creer lo que dice ese otro “asesino,” Chávez Abarca, en sus confesiones? Del gobierno venezolano hace años que no se debe esperar ni coherencia ni rasgos de inteligencia. Sólo nos queda reir y llorar.
Y recordar que, por esta farsa, un hombre inocente está preso.
Francisco Chávez Abarca
Por: Alfredo Tarre Vivas
Cualquiera que haya venido siguiendo el caso del “terrorista” Chávez Abarca, tiene que haber sentido más de una vez una especie de divertida indignación. La indignación no es difícil de explicar: hay un hombre preso que todo el mundo sabe que es inocente de los cargos que se le acusa. Me refiero, obviamente, a Alejandro Peña Esclusa. La diversión no es tan obvia. Viene de la mediocridad del circo que se ha montado, de la transparencia de la farsa, de la manifiesta estupidez. Estoy seguro de que más de uno debe haber pensado: “¿Esto es lo mejor que pudo hacer la inteligencia cubana? ¿Esto es lo que queda del aparato propagandístico de Stalin?”
Ya Alejandro Tarre escribió un texto citando una serie de incongruencias que pudimos ver todos en la versión bolivariana del show. Las risibles imágenes de las cámaras de seguridad en el aeropuerto en las que Chávez Abarca posaba para el gran público, la farsa del interrogatorio en la que el peligrosísimo terrorista chocaba cinco con los funcionarios a los que había venido a matar, el insignificante detalle de que se va de Maiquetía en una avioneta de hélice y llega a La Habana en un jet, etc. Pero Alejandro se quedó corto. Se lo dije en su momento y me ignoró.
Por ejemplo, el Granma, la voz oficial del castrismo, no publicó en ningún momento que el “terrorista” había sido extraditado. Hablaron de la captura, pero hasta hace dos semanas, guardaron silencio acerca del traslado del prisionero a la isla. Los invito a revisar los archivos del diario. Otra cosa: a pesar de que el supuesto inculpado, Peña Esclusa, se enteró días antes de la captura de su “complice,” no se le ocurrió mejor cosa que esconder los explosivo en el cuarto de su hija, seguro que ahí nadie iba a revisar.
Además, existía supuestamente una orden de captura emitida por Interpol. Yo busqué en todas las páginas de dicha agencia, mundiales y regionales, y Chávez Abarca no aparece por ninguna parte ni como buscado ni en la sección de noticias en las que se le notifica al mundo qué fugitivos han sido capturados. No sólo eso, todo el que haya visto las imágenes de la extradición habrá notado que la agencia brilló por su ausencia. Si vemos imágenes de otros traslados de prisioneros en los que Interpol tuvo algo que ver, veremos que los prisioneros llevan un chaleco con las muy visibles siglas: INTERPOL. Chávez Abarca sale de Maiquetía disfrazado de soldadito de Lego, escoltado por unos cuantos G.I. Joe venezolanos o cubanos. Difícil distinguir.
Pero mi parte preferida de esta versión low budget de lo que sería la producción cubana es cuando el ministro del Interior, haciendo de maestro de ceremonias, da inicio al espectáculo desde un podio en el medio de la pista en Maiquetía, con estas palabras: “Bien, entonces vamos a dar inicio al acto de deportación del terrorista Francisco Chávez Abarca. Adelante.” Acto seguido, la cámara gira a la derecha y comienza el desfile.
¿Pudo alguien pensar que esto iba a calar?
Hace unas semanas Cuba nos regaló la segunda mitad de la película y se llama “Las razones de Cuba.” Es un documental al estilo de (se me) “Ocurrió Así”. Lo recomiendo fervorosamente. No tiene desperdicio. El que no rompió en carcajadas con la mitad venezolana, no podrá aguantarse con la mitad isleña. En el contexto típico de satanización del imperio yanqui al que todos los venezolanos estamos acostumbrados, vemos a un Chávez Abarca sereno, sentado en lo que parece ser una oficina, sin esposas, con ropa limpia y una expresión constante del más sincero arrepentimiento. Cuenta detalladamente cómo realizó los atentados, de quién recibió las órdenes, cómo entró en contacto con los cabecillas, demuestra ser un erudito sobre el exilio cubano en Miami (su historia, sus nexos, sus métodos, precios, conflictos internos, etc. Curiosamente, sus datos no contradicen jamás la versión oficial de la dictadura de Castro) y, para deleite de los espectadores, lo vemos volver al lugar de los hechos y actuar como si estuviera poniendo las bombas otra vez. No estoy jodiendo, es así. ¿Se imaginan que los gringos agarren finalmente a Bin Laden y la CIA nos prepare un reality show como éste con el jefe de Al Qaeda? Qué grande.
En fin, vemos al “panzón” colocar los explosivos en el baño del Melia, lo vemos caminar por los jardines de otro hotel en el que colocó una de las bombas que no explotó, vemos a niños jugando con la bomba de juguete como supuestamente lo hicieron cuando ocurrieron los hechos en 1997. Todo muy cargado de emoción, de suspenso, pero sobre todo, de la más grotesca cursilería. No queda rastro del “terrorista” interrogado en Venezuela, el que decía con orgullo que le iban a pagar lo que él quisiera. Es más, en un momento particularmente emocional, Chávez Abarca revela que los criminales que lo contrataron le pagaban unos dosmil dólares por bomba que explotara. ¡Dos mil! Este hombre, según todas las fuentes, tenía una red de robo de vehículos. ¿Debemos creer que le iba tan mal que sin tener ninguna convicción ideológica se iba a volver terrorista, que iba a arriesgar su vida por unos miseros dosmil dólares?
El momento clímax del documental es cuando de la nada al escritor del guión se le ocurrió meter el tema del dengue en Centro América. Aunque le he dado vueltas al asunto, no puedo ver cómo llegó ahí ni cómo no pudo pensar en otra cosa. La intención es clara, quieren mostrar el lado humano del “asesino” y una vez más insistir en el sobrenatural talento de los galenos cubanos. Resulta que la hija menor de Chávez Abarca se enferma de dengue. bañado en lágrimas -y aclaro que no es una metáfora, pues no tiene un punto seco en la cara- el “terrorista” nos relata como fue una médico cubana la que le salvó la vida a la niña. “Una cubana” exclama, viendo al cielo como pidiéndole excusas al Señor.
La intención de los cubanos parece clara. Chávez Abarca no fue sólo un instrumento de Chávez para encerrar a Peña Esclusa, es también el “testigo estrella” contra el terrorista Posada Carriles. ¿Creen los cubanos que lo que no lograron con buenos argumentos (el hombre fue juzgado culpable por volar un avión con 74 personas adentro) lo van a lograr con este mediocre reality show? La senilidad del castrismo es evidente.
Ya terminada esta nota, el destino nos regala una post data. El gobierno de Venezuela le parece absurdo darle importancia a la confesión de dos etarras en España. No se le debe dar credibilidad a lo que declaran esos “asesinos,” es el argumento del gobierno. Entonces, ¿por qué está preso Peña Esclusa? ¿Por qué vamos a creer lo que dice ese otro “asesino,” Chávez Abarca, en sus confesiones? Del gobierno venezolano hace años que no se debe esperar ni coherencia ni rasgos de inteligencia. Sólo nos queda reir y llorar.
Y recordar que, por esta farsa, un hombre inocente está preso.

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